domingo, 27 de noviembre de 2011

Los equipos grandes en el futbol

¿Qué es lo que hace grande a un club de futbol? Se me ocurren las siguientes opciones:  


1. Sus títulos.
2. Sus títulos recientes.
3. Sus finanzas.
4. El número de simpatizantes.


Hay clubes que indudablemente cumplen con todos los supuestos. Me vienen a la mente el Real Madrid, el Barcelona, la Juventus, el Milán, el Inter de Milán, el Bayern Munich, el Manchester U y el Arsenal, ocho clubes en el mundo. El Liverpool, por ejemplo, no cumple con el segundo parámetro, con todo y ser el club inglés con más campeonatos en su liga, porque desde 1990 no se coronan. El Chelsea, por su parte, sólo tiene 4 títulos en su historia, por lo que no cumple con todas las condiciones. Clubes como el PSV, el Oporto y el Boca son muy dominantes en sus ligas, pero no tienen los recursos financieros para competir con los clubes realmente grandes del mundo.


Se puede, por otra parte, hacer una distinción, y aún reconociendo que los clubes grandes del futbol mundial son sólo los primeros 8 clubes mencionados, puede mencionarse que hay clubes que son grandes en su país, aunque no internacionalmente. Bajo ese supuesto, el PSV Eindhoven es un grande de Holanda pues reúne en ese país las 4 condiciones que inicialmente mencioné. Por su parte, el Boca Juniors no sería un club grande a pesar de sus títulos totales y recientes, de su infraestructura y de su hinchada, pues sus finanzas no son buenas. El Atlético Nacional de Colombia sería entonces un club grande, mientras que el Atlético de Madrid o el Liverpool no reunirían las condiciones.


Se puede hacer, también, una reconsideración de los requisitos para ser un club grande, y podría ser que reuniera, en el contexto de su país, 3 de los 4  requisitos que comenté al inicio (pues, por otra parte, no puedo asegurar que los 4 son igualmente de importantes).


Bajo este contexto (mucho más flexible, o si se quiere, condescendiente, ya que la vara es más baja), hay, seguramente, en la mayoría de los países muy futboleros, más de un club que pueden ser considerados grandes. Me gustaría analizar estas consideraciones en nuestro futbol mexicano, en el cual América, Chivas, Cruz Azul y Pumas son considerados por la mayoría de la gente los 4 (y únicos) clubes grandes de nuestro balompié.


A mí me llama la atención que a pesar de la falta de campeonatos que en diferentes momentos han tenido esos 4 clubes, en ningún momento se ha dejado de considerar grande a ninguno de ellos.


Por ejemplo, el Cruz Azul tuvo su último título en 1997, ¡hace 14 años de torneos cortos, dos por año!, y antes de ése se coronó por última vez en 1979, es decir, en los últimos 32 años tiene sólo un título; y sin embargo, nadie le escatima a Cruz Azul la etiqueta de grande; ¿es merecida?


Guadalajara en los últimos 25 años sólo tiene 2 títulos, en 1997 y 2006, mientras que en esos 25 años el Toluca ha ganado 7 campeonatos y el Pachuca ha ganado 5; y sin embargo, las Chivas siguen siendo consideradas un club grande, y al Toluca y al Pachuca se les ha escatimado ese nombramiento.


Considerando que en la historia del futbol profesional mexicano el equipo con más títulos es Chivas con 11, seguido de América y Toluca con 10, Cruz Azul con 8, Pumas con 7, Pachuca y León con 5, y Monterrey con 4, yo considero que 6 títulos es un requisito necesario para entrar al club de los grandes, pues 5 títulos no representan ni la mitad del número de títulos del máximo ganador. Por consiguiente, sólo Chivas, América, Toluca, Cruz Azul y Pumas reúnen este primer requisito.


Para el requisito de títulos recientes voy a considerar un poco arbitrariamente los últimos 15 años, y considerando que en ese tiempo ha habido 30 torneos, voy a hacer una regla de 3, como a continuación explico: para el total de historia profesional en México, 85 torneos, consideré en el primer parámetro como requisito el tener 6 títulos, lo cual representa un 7.05% del total. Aplicando esa proporción a los últimos 30 torneos, del Invierno 1996 al Clausura 2011, se requieren 2 títulos en ese periodo para reunir la consideración de grandeza. Los únicos equipos que lo cumplen son Toluca (7), Pachuca (5),  Pumas (4), Monterrey (3), Santos (3), Chivas (2) y América (2).


El tercer punto es el tener unas finanzas sanas, es decir, recursos suficientes para invertir por encima de sus deudas, o dicho en otros términos el capital necesario para realizar inversiones. Desgraciadamente no he encontrado información confiable sobre las finanzas de los equipos de futbol, siendo una pena que viven en la opacidad que da surgimiento a tanta sospecha tanto sobre su situación financiera real como sobre la procedencia lícita de sus recursos. Por supuesto, la Femexfut en nada ayuda, pues no proporciona ninguna información al respecto, volviéndose cómplice de este secretismo. Incluso al buscar información de las nóminas, la información resulta incompleta, pues o son datos viejos, o son recientes pero sólo de los clubes que están en la actual liguilla. Como quiera, junto información de aquí y allá, los clubes que parecen tener la nómina más alta son Monterrey, Cruz Azul, América, Tigres y Santos.


El cuatro parámetro a considerar al hablar de lo que hace grande a un club, es el número de simpatizantes, el tamaño de su afición, y a este respecto, considero cierta la opinión generalizada de que claramente los clubes más populares del país son Chivas, América, Cruz Azul y Pumas.


Resumiendo el análisis del futbol mexicano, América resultaría el club más grande del futbol con 4 requisitos cumplidos; Chivas, Cruz Azul y Pumas complementan el grupo con 3.


Al iniciar este ensayo no sabía yo a qué conclusión iba a llegar, y realmente yo esperaba que mis conclusiones hubieran sido diferentes, ya que ni simpatizo ni me gusta la forma en que son manejados ninguno de esos 4 clubes. Como un factor adicional, supongo que hay algo de rebelde en mí que tiende a oponerse al orden convencional y que, con más frecuencia de la que yo quisiera, me orilla a cuestionar lo comúnmente aceptado, lo dado por cierto por la mayoría, me lleva a preguntarme si lo dado por cierto por el grueso de la gente está bien fundamentado o sólo es considerado cierto porque desde hace mucho se le considera así, o porque si mucha gente lo considera verdadero, ha de ser que así es. En la práctica es muy, muy común encontrar mentiras aceptadas por una mayoría, que no resisten el menor cuestionamiento y se caen por el peso de su implícita falsedad. Yo esperaba que con los 4 clubes “grandes” sucediera eso mismo, pero para mi desilusión, los 4 equipos resistieron la prueba acientífica a que los sometí.

Así es que felicidades a América, Chivas, Cruz Azul y Pumas, y a no dormirse en sus laureles pues el mal manejo de sus finanzas, o la falta de títulos recientes, puede acabar con sus activos y producir el desencanto de hinchadas.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La Misión y el matar a un inocente

Acabo de terminar de ver la película La Misión, de 1986, por segunda vez, después de muchos años, e igual que la vez anterior, me produjo una honda impresión.

Tengo a mi hijo junto a mí, el cual siempre ha sentido gusto y curiosidad por todo lo bélico (supongo que como casi todos los niños de su edad), y quedó, como yo, conmovido por las escenas que vio en los últimos 25 minutos, que fue lo que aproximadamente duró la batalla con que cierra la película. Sus comentarios fueron “qué malos son”, “yo le voy a los indígenas”, “¿por qué quieren quemar la iglesia?”, “¿también a los niños les van a disparar?”.


La película trata de una misión jesuita que a mediados del siglo XVIII llega a la parte alta de las cataratas de Iguazú, en los actuales límites de Brasil y Argentina, y que en ese entonces era una región habitada por los indígenas guaraníes, un pueblo aguerrido que sufría el acoso de tratantes de esclavos.

El territorio estaba rodeado por colonias españolas y portuguesas, que ansiaban apoderarse del territorio, de sus riquezas naturales, y de los indígenas para venderlos como esclavos.

A ese lugar llegaron los jesuitas y lograron convertir a la religión católica a los guaraníes, los convencieron de integrarse a la misión, y trabajar en ella, aprender oficios y un modo de convivencia cercano a lo idílico, en el cual, salvo el diezmo destinado a Roma, todos los recursos provenientes de su trabajo se quedaban en la comunidad, contribuyendo a su prosperidad.


Toda esa prosperidad produjo la ambición de las coronas española y portuguesa, que presionaron al Papa para que obligara a los jesuitas a retirar la misión y así poderse repartir el territorio. El Papa mandó a un emisario con el encargo de convencer a los jesuitas de disolver la misión.

Cuando el enviado del Papa llegó a la misión, quedó asombrado ante todo lo que habían logrado los monjes, y especialmente por los avances de los indígenas, quienes formaban una comunidad pacífica y trabajadora, que podía ser la envidia de cualquier pueblo o comunidad del más “civilizado” de los países europeos de la época. El representante papal llamó a este lugar “un paraíso”, y opinó que le dolía mucho tener que quitarle al mundo algo tan bueno. Sin embargo, él ya tenía su decisión tomada: la misión debía desintegrarse, para que los españoles y portugueses tomaran posesión de las tierras y de las personas.


De los cuatro jesuitas que integraban la misión, tres decidieron luchar ayudando a los guaraníes a combatir, aún a sabiendas de que la suya era una guerra perdida. El jefe de la misión, el padre Gabriel, se queda con niños, mujeres y ancianos en la iglesia.


Uno por uno van cayendo los defensores de la misión. Al final quedan frente a frente los europeos, con sus rifles y cañones, y los que se habían refugiado en la iglesia. Cuando la iglesia y todas las casas se comienzan a incendiar, los indígenas avanzan en dirección opuesta al fuego, mientras cargan una cruz y otros objetos sagrados, y sin ninguna arma, para toparse de frente con las balas de los soldados.
Como epílogo, sólo logran escapar de la matanza unos niños, que en una canoa se alejan para internarse en la selva.

Se comenta al final de la película que hasta nuestros días los indígenas guaraníes se esconden en la selva mientras ven reducidos cada vez más sus territorios.


Con ese comentario último de la película se manda el mensaje de que ése no fue un drama ocurrido hace unos 250 años, en otros tiempos, sino que es una historia de nuestros días, un drama que ocurre en nuestro mundo occidental, civilizado, moderno y tecnológico.


En todas las épocas y lugares, siempre ha ocurrido el ataque al prójimo para apropiarse de sus pertenencias. Mientras en nuestras sociedades siga prevaleciendo el amor al dinero y al poder, seguirá habiendo injusticias, y seguirá el rico y el poderoso aprovechándose del pobre y del indefenso.


¿Es este sistema abusivo parte de la naturaleza humana?, es decir, ¿es inevitable? Es muy difícil de decir. Pero mientras alcemos la voz y denunciemos las injusticias, habrá la esperanza de que prevalezca la justicia, la paz y el amor. Parece que no es mucho lo que cada uno puede hacer, pero es infinitamente mejor alzar la voz, aunque quizás no tenga eco, que quedarse callados y ser cómplices de aquello que nos empobrece y nos envilece.


Como dice el comercial: ¿Tienes el valor o te vale?

domingo, 9 de octubre de 2011

Mitos de la Historia de México parte 4

Continuación de las partes 1, 2 y 3.

No nos engañemos. No somos mejores que otros pueblos. Al igual que los habitantes de otras naciones, tenemos aproximadamente las mismas virtudes y los mismos defectos que ellos, porque como ellos, somos seres humanos. Pero a diferencia de otros pueblos, nos creemos superiores, casi perfectos, que así estamos bien, que otros pueblos nos envidian, y que por lo tanto no necesitamos cambiar.

Urge desmitificar nuestra realidad. Urge vernos cual somos. En psicología se afirma que para que una persona pueda cambiar para bien, primero debe conocerse, quitarse la venda de los ojos, porque mientras se crea quien no es, no va a querer ni a poder cambiar. Si eres violento, necesitas darte cuenta, y a continuación dar los pasos necesarios para cambiar. Si eres alcohólico, necesitar aceptarlo, antes de cambiar. Si tienes un complejo, necesitas estar plenamente consciente de éste, si es que quieres cambiar. Como nación es igual.

Necesitamos conocer nuestra realidad para crecer como personas, como pueblo, como nación. No podemos andar por la vida pensando que la culpa de nuestra situación es de otros, y que somos perfectos, y que sólo la mala suerte y el mal gobierno nos han hecho no ser prósperos, ricos.

Pero mientras de niños nos sigan haciendo creer en un pasado glorioso, en nuestra mala suerte, y en que somos un pueblo maravilloso, no vamos a querer ni a poder cambiar.

El meollo del asunto es que este mito del mexicano dueño de un pasado glorioso, una historia muy rica, héroes admirables, un pueblo unido en la lucha contra el opresor, un partido político tricolor que ve por el bien del pueblo y que sí lo entiende, un territorio rico que nos asegura riqueza a los mexicanos a menos que caigamos en las garras de nuestros enemigos internos y externos, enemigos que siempre nos han tenido envidia y nos quieren quitar nuestra riqueza, un pueblo amistoso, trabajador, hospitalario, noble y con valores sólidos, una Constitución maravillosa que reivindica nuestros derechos contra los poderosos, unos sindicatos que ven por nosotros, etc., etc., etc., mitos sobre mitos sobre mitos, todo ese sistema de mentiras, y tremendas exageraciones fue inventado desde el Gobierno, un Gobierno que con la ayuda de intelectuales y artistas, creó este sistema para que el mexicano se sienta superior, a la vez que lo hunde en la ignorancia a través de las mentiras, y creó este sistema a través de una educación pésima con énfasis en el memorizar, y en la cual al niño se le desincentiva a comprender las nociones básicas de matemáticas y ciencias en general. Porque un pueblo que no piensa es más fácil de manipular.

Y aunque duela, hemos sido manipulados desde el Gobierno para no pensar, para grabarnos en nuestro inconsciente las mentiras que se nos repiten sobre nuestra historia, sobre nuestra sociedad, y sobre nuestra realidad. Mientras sigamos en el engaño, seguiremos conformes con lo que somos y añorando lo que podríamos ser si los españoles no nos hubieran conquistado, si los "gringos" no fueran nuestros vecinos, si los empresarios no se aprovecharan de nosotros, si los funcionarios del propio Gobierno no fueran "transas", si no tuviéramos tan mala suerte, si nos sacáramos la lotería.

Pero cuando despertemos y nos demos cuenta de nuestra realidad, lucharemos para cambiar, y eso no le conviene a aquéllos que por décadas han salido beneficiados de ese sistema político vicioso y corporativo. Por eso existen tantas mentiras en los libros de Historia, y por eso no me puedo quedar callado, porque mi conciencia no me lo permite, y sé que a los mexicanos nos urge un cambio.

Veo en el futuro a un México en que la educación nos enseñe a pensar y no a memorizar. Un México de gente con valores, buena, noble, que confíe en los demás, trabajadora, honesta, creativa, digna de confianza, franca. Un México así va a generar gente emprendedora, que innove, que cree nuevas tecnologías, que cree empresas y genere empleos. Un México así va a aportar al Gobierno, a la policía, al Ejército, a todas nuestras instituciones gente grande, que se merezca los puestos públicos y active un ciclo virtuoso, en el que podamos confiar en nuestras instituciones, y podamos trabajar en paz.

El primer paso no lo hemos dado... El primer paso se da en la educación de los niños. ¡Ya basta de sólo memorizar los conocimientos! ¡Enseñemos a los niños a pensar! ¡Reinventemos nuestra historia descubriendo la realidad de nuestra Historia!

Mitos de la Historia de México parte 3

Continuación de las partes 1 y 2.

A mis hijos se les enseña en la escuela que debemos recordar con orgullo a los héroes de la Revolución, Francisco Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, y a los presidentes que forjaron nuestra nación bajo el espíritu de la Revolución, principalmente Lázaro Cárdenas. Y se les enseña que la Revolución Mexicana fue un hito en nuestra historia, un suceso glorioso en que nos levantamos en armas contra el régimen dictatorial, injusto y regresivo de Porfirio Díaz, que fue una revolución social que persiguía la igualdad y la justicia, y logramos mejoras sociales para los pobres y desposeídos, plasmadas en nuestra Constitución del 5 de febrero de 1917, y aseguradas por la continuidad de gobiernos emanados de la Revolución que piensan y se preocupan por el pueblo.

Lo increíble de esta historia oficial citada como religión en los libros de texto por los maestros de escuela (quienes a su vez lo aprendieron de niños en sus escuelas, y realmente se lo creen), no es el que todo es una mentira, sino que nos la creamos.

La mayor mentira de todas es que hubo una revolución, cuando lo que en realidad existió fue una prolongada guerra civil. Guerra civil es una guerra entre habitantes de una misma nación. Revolución es un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. De 1910 a 1920 (o 1923 o 1928) hubo una guerra entre mexicanos que, salvo quizá el pequeño movimiento social de Zapata (quien nunca tuvo una auténtica visión de cambio social, sino que lo que lo movía era un reclamo de tierras para hacendados ricos y campesinos pobres de una pequeña zona del estado de Morelos), esa guerra civil no buscó nunca un cambio político (pues no buscó cambiar el sistema presidencial, republicano, representativo, democrático), no buscó nunca un cambio económico (pues no buscó cambiar el sistema capitalista, liberal, empresarial que tiene México desde que lo impulsó Benito Juárez), no buscó nunca un cambio social (pues no buscó la igualdad social), y por consiguiente no fue una revolución.

Venustiano Carranza, siendo presidente, y sin necesidad de hacerlo, dio vía libre a los constituyentes encargados de elaborar una nueva Constitución, y los legisladores más radicales lograron insertar ideas sociales en el nuevo documento; pero estas reformas sociales se dieron sólo en el papel, y se dieron a pesar de la guerra civil que sufrió el país en esos días. Esas reformas se dieron porque la sociedad ya estaba preparada para esos cambios.

En las décadas de 1850 y 1860, surgió un grupo de intelectuales que, influidos por las ideas liberales de la Ilustración y la Revolución Francesa, plasmaron sus ideas en diversas leyes y en la Constitución de 1857. De la misma manera, en 1917 había un grupo de intelectuales que habían madurado sus ideas desde al menos 10 años antes, influidos por las ideas socialistas (socialista no es un término implícitamente negativo, pues más bien implica la búsqueda de la igualdad social) venidas de Europa y EEUU, y plasmaron sus ideas en la nueva Constitución, aún cuando los jefes revolucionarios más importantes nunca comulgaron con esas ideas.

Los jefes "revolucionarios" fueron, simple y llanamente, y con la excepción de Madero ("San Panchito", como se le debiera recordar, pero ese es tema de otra historia), hombres con hambre de poder, y cuya hambre condujo a pelearse entre sí. Huerta (quien en esto no fue diferente que el resto) y Zapata fueron jefes "revolucionarios" que se levantaron contra Madero, y Huerta asesinó a Madero. Carranza, Villa y Obregón se levantaron contra Huerta. Villa y Zapata contra Carranza. Carranza y Obregón contra Villa y Zapata, hasta que Carranza logró asesinar a Zapata. Obregón contra Carranza hasta que lo logró asesinar. Obregón, ya en 1923, mandó asesinar a Villa. Y todos, con una sola ambición, el poder por el poder. Esa no es una revolución.

Plutarco Elías Calles, y Lázaro Cárdenas, los hombres fuertes del país de 1924 a 1940, con ayuda de historiadores, intelectuales y artistas, convirtieron la guerra civil, guerra de ambiciones, guerra por el poder, en la Revolución Mexicana que hoy es un mito y leyenda sagrado, y por el que hasta desfile hay cada 20 de noviembre.

Con el mito de la Revolución Mexicana, el gobierno mexicano, junto con un grupo amplio de intelectuales fantasiosos y, a su vez, acomplejados, terminó de armar la gran mentira de la historia e identidad de México.

Dado que histórica y culturalmente el mexicano (mestizo en su mayoría) carece de una identidad, emprendieron la tarea de forjarle una (falsa) identidad. Le inculcaron la mentira de que somos un pueblo con 3000 años de historia que por culpa de otros somos pobres. Esos "otros" son los españoles que nos conquistaron y se llevaron nuestras riquezas, los "gringos" que no nos permiten crecer, los empresarios que no piensan en el pobre, las transnacionales y demás intereses extranjeros que se quieren apoderar del mundo, cualquiera es bueno para achacarle la culpa de nuestro atraso, y deslindarnos de responsabilidad. Ese conjunto de mitos nos hace sentir víctimas, en lugar de asumir nuestra responsabilidad histórica de nuestros errores.

Los ejemplos del falso concepto que nos hemos formado de nosotros mismos, como pueblo, de las mentiras que se nos han hecho creer desde niños, abundan.

Por ejemplo, nos decimos un pueblo trabajador, pero carecemos de una cultura de trabajo, añoramos los puentes, hacemos "San Lunes", aprovechamos toda ocasión para celebrar y no trabajar.

Nos decimos que somos gente honesta (pobres pero honrados) pero la gran mayoría sigue como un credo el "el que no transa, no avanza", y buscamos transar al prójimo, y ya no se diga cuando alcanzamos un puesto público, pues "el poder embriaga", siendo que ya estamos "embriagados" desde antes. Cuando vemos un objeto olvidado cuyo dueño puede regresar a buscarlo, nos lo apropiamos, y si un hijo no lo hace, le decimos "no seas menso chamaco, ¿por qué no lo agarraste?" Y nuestra mayor ambición en la vida es agarrar algún "hueso" en el Gobierno o, en un sueño muy ambicioso, nuestra mayor fantasía es llegar a diputado, para tener poder, dinero y no hacer nada.

Nos decimos un pueblo solidario (como lo demostró el terremoto de 1985) pero en la vida cotidiana buscamos aprovecharnos de los demás, y vivir en el "agandalle".

Nos decimos un pueblo con valores familiares, pero lo que priva en nuestra sociedad es alguna forma de machismo, violencia familiar, sobreprotección a los hijos varones, drogas. Presumimos de fiesteros, y lo somos, aunque lo único que nos acarrea es endeudarnos por los quince años, el santo, o la boda, y el verdadero fondo de la fiesta es presumir que podemos hacer la fiesta, para aparentar lo que no somos, y el único ejemplo que damos es el ser irresponsables.

Nos enorgullecemos de ser hospitalarios, pero desconfiamos de los desconocidos; hablamos mal de los gorrones, nos gusta creernos superiores a los extranjeros, e insultamos a los que nos visitan, como en el clásico "pinche gringo".

Nos consideramos creativos y trabajadores, pero nosotros mismos, a la vez, nos reconocemos como flojos, reconocemos que trabajamos "al ai' se va", nos burlamos de nuestra propia realidad cuando reconocemos que un trabajo es "hecho a la mexicana", y para la cantidad de mexicanos que somos, los inventos e innovaciones tecnológicas que hemos aportado a la humanidad son proporcionalmente muy escasos.

Nos creemos amistosos, y nos asumimos como un pueblo bueno, pero en la calle insultamos al de junto, le echamos el carro al peatón, invadimos sus áreas así en la calle como en los estacionamientos, gritamos "quítate pendejo" o "quítate puto"; envidiamos al que tiene carro, y cuando adquirimos uno, tratamos con abuso al que no lo tiene, con calificativos como "pinche pobre"; y cuando festejamos lo hacemos con agresividad al son de "viva México, cabrones".

Mitos de la Historia de México parte 2

Continuación de parte 1

Quisiera quedarme callado ante lo que se enseña a mis hijos, pero no puedo, pues mi conciencia me lo impide. Esa conciencia me atormenta diciéndome que la educación (la de verdad, no la que se da en México) es la única vía para que México sea un país de primer mundo. Yo creo (como en una declaración religiosa) que todos tenemos el Gobierno que nos merecemos, que si tenemos un Gobierno ineficiente, corrupto, inepto, flojo y malintencionado, es porque nosotros, los mexicanos, somos ineficientes, corruptos, ineptos, flojos y malintencionados. Si el Gobierno mexicano está formado por mexicanos, habría que pensar que no puede ser un buen Gobierno mientras su materia prima (los mexicanos) seamos como somos.

¿Y cómo somos los mexicanos? ¿Acaso no somos un pueblo de 3000 años de historia gloriosa, con un pasado brillante de civilizaciones más desarrolladas que las del Viejo Mundo? ¿un pueblo con grandes valores familiares, gente trabajadora, pobre pero honesta? ¿víctimas de los españoles que saquearon nuestras riquezas, y si no fuera por eso seríamos hoy una nación próspera? ¿víctimas de nuestro vecino del norte, que nos quitó más de la mitad de nuestro territorio? ¿que gracias a nuestros héroes hemos forjado un país glorioso y que la Revolución Mexicana nos ha llevado por el camino correcto de la reivindicación social de los desposeídos? ¿un pueblo ingenioso, creativo, ocurrente, buenísimo para los chistes, y que nos sabemos reír hasta de la muerte? ¿una nación menos poderosa que los EEUU pero con valores y cultura? ¿un país de la abundancia, con tantas riquezas, tantos recursos que un buen Gobierno sabría encausar al bien de todos?

Desgraciadamente la gran mayoría de lo que nosotros creemos acerca de nosotros mismos es una exageración, una mentira, o una verdad que de tan triste debería avergonzarnos, en lugar de enorgullecernos.

No tenemos 3000 años de historia, sino 190 de historia deshonrosa (y quizá menos años). Es más, nuestra historia es de las más vergonzosas de entre las historias de los 196 países que hay en el mundo. No tenemos en nuestra historia casi nada de qué enorgullecernos.

Cuando hace 190 años, es decir, en 1821 adquirimos nuestra independencia, no teníamos una identidad como nación, no nos asumíamos como mexicanos. Eramos los mestizos (hoy la gran mayoría de nuestra población) del centro del país, los mestizos de otras regiones que no se identificaban con el poder del centro del país, y tanto unos mestizos como otros se sentían fuera de lugar, segregados y despreciados en una nación en la que no se podían asumir ni como españoles (o blancos) ni como indígenas, y tanto españoles como indígenas los despreciaban. Tan grande era la falta de identidad nacional que, salvo una minoría muy pequeña de patriotas, a los mexicanos de entonces no les interesó defender la nación de los invasores extranjeros en 1836, 1847, 1862, 1914. Simplemente, aunque nos duela decirlo, no les interesó. ¿Y por qué habría de interesarles defender una nación que no existía, una identidad nacional que no existía, una mexicanidad que no se había formado? Yo de niño y joven me preguntaba cómo es que unos cuantos miles de estadounidenses en 1847 y de franceses en 1862 (en un país de millones de mexicanos) pudieron conquistar todo a su paso hasta la ciudad de México, e incluso ocupar muchos territorios con el gusto y la complacencia de la población, como en el caso de la mismísima ciudad de México, en que los franceses fueron tan bien recibidos. La respuesta parece ser mucho más sencilla que la pregunta: México como nación no existía y los habitantes no se sentían mexicanos.

Entendiendo esa verdad, podemos entender finalmente la pérdida de los territorios que se anexó EEUU. Si los mexicanos del centro del país no se sentían orgullosos de la nación a la que pertenecían, menos en el caso de los habitantes de Texas, Nuevo México y California. ¿Cómo y por qué se tendrían que sentir mexicanos? ¿Cómo y por qué tendrían que preferir pertenecer a México cuando podían pertenecer a EEUU? ¿Y por qué razón tendrían que aceptar un gobierno que mal administraba sus territorios a tantos miles de kilómetros de distancia, cuando a ese gobierno nunca le interesaron esos territorios? Cuando un pueblo o grupo de pueblos está sometido a una nación con la que no tiene ningún nexo, y ese pueblo se separa, a ese acto se le conoce como independencia, y siempre la independencia de un pueblo es un hecho muy plausible y defendible. Entonces, ¿por qué la indignación de que esos territorios se hayan separado de México, cuando ese hecho nos debería llenar de orgullo ante la realidad de que esas personas obtuvieron su muy legítima y justa libertad? La realidad es que EEUU no nos quitó nada. Y así lo entendieron los mexicanos de esa época, a los que realmente no les importó la pérdida de unos territorios que nunca fueron considerados por ellos ni por nadie como parte legítima de México.

Cuando entendemos la falta de identidad nacional que tenían los mexicanos del siglo XIX, podemos comprender que en la guerra entre los liberales liderados por Benito Juárez y los conservadores de Miramón y compañía, de 1858 a 1861, ambos bandos ofrecieron en bandeja de plata la soberanía del país a naciones extranjeras a cambio de ayuda militar para vencer al grupo contrario. Es decir, no importaba que otro país interviniera en nuestros asuntos, pues no sabíamos ni asumíamos que algo fuera nuestro, ni un territorio, ni una identidad; no eramos mexicanos, y por lo tanto no nos importaba mucho el que los españoles, los franceses o los estadounidenses intervinieran en nuestros asuntos, o se quedaran con parte de los territorios del país.

Resulta sorprendente pensar en que los liberales, con Benito Juárez a la cabeza, cedieran la soberanía de México a otro país, pero la sorpresa nace de la ignorancia de nuestra historia, ignorancia fomentada en el siglo XX por los grupos en el poder, con toda la intención de mantener en la ignorancia a la gente, y falsear toda la historia de México. Benito Juárez envió al más liberal de los liberales, Melchor Ocampo, a Washington a negociar el tratado McLane-Ocampo, el cual fue firmado en Veracruz en 1859, y con el cual a cambio de dinero y reconocimiento por parte del gobierno de EEUU, Juárez concedía a EEUU el derecho a transitar libremente como por territorios propios, desde Arizona hasta la costa de Guaymas, Sonora, también desde Mazatlán, Sinaloa, hasta Matamoros, Tamaulipas, y también desde Coatzacoalcos hasta Tehuantepec, en el Pacífico. ¿Es necesario algún esfuerzo mental para saber el daño que ese tratado le habría hecho a la soberanía de este país al permitir que los EEUU transitaran por norte y sureste del territorio mexicano? ¡Habríamos en poco tiempo perdido lo que hoy son la península de California, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Tabasco, Chiapas y parte de Veracruz y Oaxaca! Y todo porque Benito Juárez quería ganar una guerra civil, una guerra entre mexicanos. ¿Cómo es que el Benemérito de la Américas hizo algo así? ¡Ah, sí!, es que México no existía aún como nación. Y al pueblo no le importaba lo que pasaba, porque la guerra civil de esos años era ajena a ellos. Luchaban una camarilla liberal en el poder contra un grupo de clase acomodada, conservadores en sus ideas.

Afortunadamente, el Senado de los EEUU no aprobó el tratado McLane-Ocampo, al considerarlo demasiado abusivo, y aquellos legisladores estadounidenses tuvieron la decencia moral de no aprovecharse de este país, aún cuando Juárez les pedía que se aprovecharan, por así convenir a sus intereses.

La nación que se fue forjando a lo largo del siglo XIX fue haciéndose cada vez más homogénea en lo racial (una nación mestiza, mezcla de razas), pero con serios conflictos de identidad.

Nuestra historia, tras tantas décadas de inestabilidad y guerra civil, adquirió estabilidad, continuidad, paz y prosperidad, como consecuencia de la dictadura de Benito Juárez (quien se aferró al poder, reeligiéndose una y otra vez, y sólo muerto soltó el poder), del gobierno estable de Lerdo, y de la dictadura de Porfirio Díaz. Económicamente, esos gobiernos favorecieron un sistema liberal capitalista, en que facilitaron las condiciones para la formación de empresas, la entrada de capital extranjero, la seguridad y paz, la confianza de los empresarios de que podían invertir su dinero y generar empleos, la construcción de carreteras, puertos, ferrocarriles, la implementación de los adelantos científicos y tecnológicos más avanzados del mundo, la educación Primaria y Secundaria obligatoria, la aplicación de las mejores teorías educativas a nivel mundial, que favorecían que en las escuelas se enseñara a pensar y no a memorizar, y se favoreciera la creatividad y el ingenio.

Igual que en todos los países que se industrializaron bajo un régimen liberal capitalista, como EEUU, Inglaterra, Francia, Alemania, Suecia, Holanda, etc., donde sus pueblos vivieron durante largas décadas mucha desigualdad social y económica, y hubo descontento y movilización social en busca de mejores condiciones de trabajo y vida para las clases trabajadoras. Y poco a poco esos países mencionados lograron a través de reformas constitucionales y sociales, extender la prosperidad, la riqueza, a toda o casi toda la población.

En México no tenía por qué ser diferente. Ibamos por el camino correcto. Cuando en 1910 Francisco Madero inició un movimiento militar (una guerra civil, no una revolución) para destituir al presidente Díaz, que se había eternizado en el poder, éste entendió que debía dejar el país para evitar derramamiento de sangre, y a los pocos meses de iniciada la guerra, patrióticamente, Porfirio Díaz renunció y dejó el país, y en una forma relativamente pacífica, Madero convocó a elecciones y se convirtió en el nuevo presidente de México, con lo cual este país proseguía por el camino natural de las naciones que alcanzan su desarrollo: industrialización, libertad económica, riqueza, ahora también, con Madero, libertad política y democracia, y después, por si se continuaba por ese camino, la extensión de la educación a toda la población, reformas sociales, y extensión de la riqueza a todos los sectores.

Pero, en eso, algo salió mal. Estalló la ¿Revolución Mexicana?

Mitos de la Historia de México parte 1

Cada vez se acerca más el momento en que tenga que criticar abiertamente la versión oficial de la Historia de México que se enseña en las escuelas, por obra y gracias del Gobierno federal (en tiempos del PRI), por la manipulación de pretendidos intelectuales, por la mente fantasiosa de millones de bienintencionados, y por la complicidad de profesores y padres de familia.

No es mi intención iniciar una lucha verbal que seguramente no puede llegar a algo relevante, y no puedo pretender que el hablar influya significativamente en nadie más allá de mi esposa y mis hijos, pero, por una cuestión de conciencia, no puedo quedarme callado cuando leo y escucho las mentiras que se buscan transmitir a mis hijos en la escuela (hasta donde sé es un problema con todas las escuelas del país).

Se les enseña que los españoles nos conquistaron en 1521, siendo que a quienes conquistaron fue a los aztecas que vivían en el Anáhuac. México no existía, y no había ninguna conciencia de unidad entre los pueblos que habitaban lo que hoy es México. Incluso, varios pueblos se dejaron conquistar con facilidad, y/o ayudaron a los españoles a vencer a los aztecas.

Se les dice que la Independencia de México ocurrió el 16 de septiembre de 1810, cuando en realidad ocurrió el 28 de septiembre de 1821, cuando un día después de entrar el ejército trigarante a la ciudad de México, se firmó el acta de Independencia.

Mi esposa me preguntó, con mucha inteligencia, que qué pasó el 4 de julio de 1776, que es la fecha en que los Estados Unidos de América festejan su independencia, y la respuesta es que fue, no la fecha de inicio de su guerra de independencia, sino la de firma de su acta de independencia, tras la cual inició una rebelión que se configuró más que en acciones militares, en un cambio de mentalidad de los colonos americanos, que comenzaron a sentirse libres y desde entonces dejaron de obedecer a las autoridades coloniales, y la guerra continuó ininterrumpidamente hasta que Inglaterra dejó, derrotada, las armas.

En México no ocurrió el 16 de septiembre de 1810 nada parecido a lo que ocurrió en EEUU, pues Hidalgo, Allende y compañía ni proclamaron la independencia de México, ni entendían el concepto de México, ni querían separarse de España.

Es imposible saber exactamente qué dijo Hidalgo esa madrugada, pero las versiones directas o indirectas manifestadas por el obispo de Valladolid, Abad y Queipo, por historiadores de la época, como Lucas Alamán, y por los propios Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo, indican que el grito de Dolores debió ser algo así como: "Viva la Religión, viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe, viva Fernando VII, muera el mal Gobierno". Esta declaración, es demasiado significativa, puesto que implica que los primeros insurgentes no proclamaron la independencia de nada, pues cómo iban a querer independizarse de España, cuando gritaban vivas al rey de España. Asimismo, testimonios de la época, incluidos de Aldama, señalan que esos insurgentes buscaron despertar la conciencia de las autoridades virreinales de que no podía jurarse obediencia a España, cuando España era en ese momento un dominio francés (de Napoleón), y que una vez que España recobrara su independencia, los insurgentes y el gobierno virreinal  tendrían que volver a subordinarse al rey español. ¡En ningún momento los primeros insurgentes buscaron cortar el vínculo con España, sino a lo más, mejores condiciones de vida y de trabajo para los criollos, es decir, para los españoles nacidos en América!

Se les dice que el pueblo se unió a la causa justa de los insurgentes, y esa fue una gran mentira. Sólo una pequeñísima fracción del pueblo se unió a la causa insurgente, pues el pueblo vivía en lo general conforme con su situación social y económica, y a la escasa gente que se les unió lo único que les interesaba era sacar provecho del desorden, lo que lograron mediante el saqueo de las poblaciones vencidas. Por eso la gente le tenía miedo y desprecio a los primeros insurgentes, pues no eran otra cosa que bandidos y saqueadores. La realidad es que los únicos interesados en rebelarse eran un reducido grupo de españoles americanos que deseaban ocupar los puestos que se les daban, por gracia de su lugar de nacimiento, a los españoles peninsulares, es decir, a los nacidos en España. Y es que la gran mayoría de los jefes insurgentes, no sólo del inicio, sino de toda la guerra, eran criollos, es decir, españoles nacidos en América.

Se les dice que los insurgentes estaban unidos, lo cual es una gigantesca mentira. Allende y los demás jefes insurgentes se cansaron muy pronto del liderazgo de Hidalgo, que fomentaba el odio en sus tropas, y les toleraba que saquearan todo a su paso, con todo lo que implicaba el saqueo de las ciudades tomadas por las armas, que era robar, matar y violar. Todo eso permitía Hidalgo.

Podría tomarse como fecha de la independencia de México la proclamación de independencia que hizo Morelos el 6 de noviembre de 1813 (esa sí fue una proclama de independencia, lo cual hace pensar que Morelos y los intelectuales que se le agruparon fueron los primeros en desear la independencia del territorio), pero esa proclama no condujo a nada, pues en 1815 Morelos fue fusilado, y a mediados de 1816 la guerra de independencia ya había de hecho acabado. Una guerra que abarcó, en realidad, de 1811 cuando Morelos toma las armas, a 1816. Y después, la nada. Simplemente, la guerra acabó. ¿Y por qué tan pronto acabó esa malograda guerra? La respuesta es tan dolorosa para tantos patriotas y patrioteros fantasiosos que pretenden ignorarla: porque el pueblo en realidad no luchó por la independencia de México. Los únicos que la buscaban eran los criollos. El pueblo que les llegó a seguir lo hizo sólo por conveniencia, para ver qué sacaban de provecho. Y ese pueblo falto de ideas, a las primeras de cambio, se espantó, y desertó.

Y de repente, en 1821, después de 4 años y pico sin guerra, Iturbide decidió cambiar de bando, al darse cuenta de que podría contar con los suficientes apoyos entre otros criollos también cansados de que los españoles nacidos en España les ganaran los mejores puestos, y efectivamente, todos se le comenzaron a unir (a él sí se le unieron, porque no lo animaba el odio como a Hidalgo, y buscaba la unión; a él no le tuvieron miedo, pues él sí era una persona confiable) y las propias autoridades virreinales aceptaron como algo inevitable la separación de España.

Se les dice que los héroes de la independencia de México fueron Hidalgo, Allende, Aldama, doña Josefa, Morelos, Bravo, Guerrero, Mina, y otros héroes menores, y lo cierto es que de ellos los únicos héroes fueron de Morelos en adelante, ya que los primeros insurgentes no lucharon por ninguna independencia, y que falta el más importante de todos, Agustín de Iturbide, quien siendo un general prestigioso y con un gran futuro, arriesgó todo lo que tenía, por un proyecto arriesgado, y le salió muy bien, al grado de que la inercia de los acontecimientos lo llevó a ser coronado emperador de la nueva nación (aunque después le fue mal, pues la envidia y las ansias de poder de otros personajes, incluidos los que fueron jefes insurgentes, hizo que lo obligaran a abdicar y abandonar el país, lo declararan sin ninguna razón traidor a la patria, y lo fusilaran cuando regresó al país, ignorante de que estaba amenazado de muerte si volvía a pisar territorio nacional, el suelo de la nación que él fundó).

Por cierto que la proclama de independencia fue del territorio conocido como "América Septentronal", pues en ese entonces México sólo era, geográfica y culturalmente el centro de nuestro país actual, e indebidamente el nuevo país se adjudicó como suyas áreas que muy poco tenían en común con el resto, como el norte de nuestro actual país, los amplísimos Nuevo México, Texas y California, la península de Yucatán, Chiapas y Centroamérica. Por eso es que cuando Centroamérica decidió no formar parte de la nueva nación con sede en la ciudad de México, no fue una declaración de independencia de su parte, pues no podían separarse de aquello de lo que nunca formaron parte. Y es por eso que cuando en guerra perdimos oficialmente los territorios entonces conocidos como Nuevo México y California, y antes de eso Texas, en realidad no debemos considerar que los perdimos pues, fuera de una declaración oficial de pertenencia, en realidad nunca formaron parte de la nueva nación mexicana, con la cual no tenían prácticamente ningún nexo, y no tenían más vínculos que los que Chile o Colombia tenían con México. Dicen que si tú amas algo, déjalo ir, y si regresa es tuyo, si no, nunca lo fue. Bueno, pues esos territorios se fueron y no quisieron regresar, porque nunca fueron de México. Tan fácil como eso.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Los españoles no nos conquistaron

Cuando oigo mencionar que los españoles nos conquistaron a los mexicanos, o que conquistaron México, me dan unas repentinas ganas de alegar y tachar de ignorante a quien lo haya dicho. Afortunadamente me controlo, pues si me pongo a descalificar a los demás, me expongo demasiado a que alguien haga ver lo ignorante que a su vez yo soy. Pero si bien admito una descomunal ignorancia en casi todo lo que es sujeto de conocimiento o de conversación, sí sé que sé una o dos cosas, y una de esas dos es: que a los mexicanos no nos conquistaron los españoles.

Los españoles conquistaron a los pueblos indígenas que vivían en el territorio que hoy es México.

De la unión de los dos pueblos, de la combinación de sus dos culturas, de sus dos lenguas -pues el náhuatl y otras lenguas indígenas agregaron vocablos al español-, de sus dos religiones -pues al igual que con el idioma, la religión católica se tuvo que amoldar a creencias, ritos y costumbres de los pueblos indígenas, que agregaron elementos hoy en día importantes en la religiosidad mexicana, como el culto a la virgen de Guadalupe-, de la unión también de las distintas razas, pues en su mayor parte sí se dio un mestizaje, de la unión de todos esos elementos, surgió paulatina y, con frecuencia, dolorosamente, el pueblo mexicano que somos hoy en día nosotros.

Nosotros, los mexicanos, no fuimos conquistados por los españoles.

Somos el resultado de la mezcla de pueblos.

Somos el producto de padres españoles e indígenas. Y uno no puede renegar de su sangre, y de la herencia de sus padres, pues llevamos en nuestro ser una parte de cada uno de nuestros antepasados. Ojalá pronto como nación, como pueblo, definamos nuestra históricamente cambiante identidad, al punto de sentirnos orgullosos tanto de nuestro pasado indígena como de nuestro pasado español, y sobre todo de nuestro presente.

lunes, 29 de agosto de 2011

¿Qué admirar en Juan Pablo II?

En el primer cuatrimestre de 2005, con motivo de la muerte de Karol Wojtyla, al escuchar el coro de alabanzas para el papa fallecido, llegué a reflexionar acerca de lo que hubo de admirable en su persona, y concluí que eran varias cosas y en una buena medida.

Después de hacer un rápido análisis del siglo XX y lo que iba del siglo XXI me di cuenta de que Karol Wojtyla es, desde 1900, una de las 3 personas que más admiración me generan.

Sin embargo, difiero de las causas admirables que la mayoría de la gente ha citado.

Que fue un hombre santo… Santo significa “perfecto y libre de toda culpa”, según la Real Academia Española de la Lengua… No me la creo. Fue un hombre realmente muy bueno, de buen corazón, y buen accionar, pero no libre de culpas. La principal, a mi juicio, su obstinación, necedad, terquedad, para aceptar opiniones distintas a las suyas. ¡Qué diferencia con el llamado “papa bueno”, Juan XXIII, que 15 años antes de que Juan Pablo II subiera al trono pontificio, maravilló al mundo con su bondad, tolerancia, apertura, y comprensión. Juan Pablo II fue, en cambio, un papa duro, intolerante, obstinado, doctrinal, como reconocen tanto sus críticos como sus más fieles seguidores (y cuando hablo de sus más fieles seguidores, no hablo de la gente común que seguía al líder carismático, sino a los eclesiásticos más cultos y cercanos a él, quienes precisamente lo admiraban por esa firmeza de convicciones mediante la cual se negaba a todo pensamiento contrario, fuera la defensa de los métodos anticonceptivos, del aborto en casos de violación, o de la eutanasia).

Carismático. Ese es precisamente el adjetivo que más me viene a la mente cuanto pienso en Juan Pablo II. Si pienso en un papa bueno, pienso en Juan XXIII; si pienso en un papa popular, fotogénico, líder, en una palabra, carismático, pienso en Juan Pablo II.  Cuando vino a Veracruz en 1990, lo vi pasar en su “papamóvil” por la avenida Díaz Mirón, y lo que vi se me figuró el desfile de un artista famoso, de una celebridad.

No es la bondad la principal causa por la que admiro tanto a Karol Wojtyla.

Cuando en el 2003 se reveló que Karol Wojtyla tenía al menos 2 años con la enfermedad de Parkinson, yo pensé que era el momento de que renunciara a su pontificado. Terminantemente anunció que no lo haría. Y yo pensé con cierto enojo que una vez más demostraba su necedad, ahora al no ceder el trono a alguien con mayor uso de facultades que él.

Después lo seguí en los medios de comunicación en su sufrimiento. Mi enojo por su “necedad” se vio atemperado por un nuevo sentimiento: compasión. Cuando lo veía sufrir, internamente yo sufría con él. Cuando lo veía ser transportado en alguna visita pastoral, veía el dolor en su cara, veía sus ropajes y pensaba en el calor que debía de tener, y el cansancio que su cuerpo debía de estar padeciendo, yo sufría con él. Con cada una de sus recaídas, yo sabía que su sufrimiento sólo iba aumentando, y que cuando se restableciera lo suficiente para volver a estar plenamente consciente, me iba a encontrar con un hombre más sufriente aún. Y, al verlo de nuevo, yo me decía, ¿por qué no renuncia este hombre, para poder descansar en una mecedora, en el aire fresco de una terraza, con ropa ligera, con comodidades? Este pensamiento comenzaba a escapar de mi control.

Cuando vi a Karol Wojtyla tratar de dar un discurso de Semana Santa, si mal no recuerdo, de Viernes Santo, y a pesar de sus enormes esfuerzos, no pudo articular palabra alguna, no pude evitar llorar. “Que está aún en pleno uso de sus facultades mentales” decían sus allegados. Pero no renunciaba. Y nadie podía obligarlo a renunciar, porque ésa era, mientras estuviera lúcido, una prerrogativa exclusivamente suya… Ya hacía tiempo que me había convencido de que había una razón extraordinaria, que no alcanzaba a asir, por la que Karol Wojtyla no renunciaba a su pontificado. ¿Cuál era? era lo que me preguntaba constantemente en esos días.

Cuando murió, tras varios días de agonía y profundo sufrimiento, pero teniendo casi hasta el final completa lucidez, finalmente, lo comprendí.

Cristo, veinte siglos antes, sabía lo que iba a sufrir. Y fue tranquilo y resignado al matadero. La Iglesia Católica sustenta que consagró su vida y dio su carne y su sangre para liberarnos a todos de nuestros pecados. Otras Iglesias cristianas difieren un poco de esa doctrina, pero en esencia creen eso mismo. A partir de la obra y sacrificio de Jesús, sostiene la Iglesia Católica, todos podemos ahora salvarnos por Cristo, pero algo que no ha desaparecido es el sufrimiento humano.
El sufrimiento humano lo padecemos todos, aunque algunos mucho más, en un grado que resulta casi intolerable para una persona sensible. ¡¿Cómo es posible que Dios permita que exista tanto sufrimiento?! ¡¿Cómo Dios puede permitir que algunas personas sufran tanto?! La humanidad necesita encontrar esa respuesta, y con ella un consuelo al sufrimiento. ¿Y quién puede darnos esa respuesta tangible y palpable?

Y he aquí que un hombre sencillo y bueno, con sus virtudes y defectos, con sus fortalezas y debilidades, como cualquiera de nosotros; un muchacho polaco, y digo muchacho porque creo que Karol, con su alegría y su amor, nunca dejó de ser un muchacho, o un niño, como dijo Jesús, cuando afirmó que "de los que son como niños es el reino de Dios"; pero digo, este muchacho, estudioso de la doctrina católica, y convencido de la misma, concluyó que, igual que sucedió con Jesús, el sufrimiento es una vía rumbo a la salvación, y no sólo a la salvación de uno mismo que es el sufriente, sino también, a través del ejemplo, a la salvación de los demás.

Yo creo que Karol desde lo más íntimo de su corazón estaba convencido de que el sufrimiento de un ser humano es un medio preciosísimo de que se vale Dios para ayudar al mundo a salvarse; Karol demuestra lo convencido que estaba de eso en los libros que escribió, lo dice con todas sus letras. Karol sabía en lo más profundo de su ser que el sufrimiento ayuda a sacar lo más bueno y lo más puro de un ser humano; y Karol quería compartir eso; ansiaba compartir ese mensaje. Por ello escribió libros explicando sus creencias más íntimas. Pero sabía que con las palabras no era suficiente. Al igual que Cristo, sabía que las palabras no eran suficientes para transmitir su mensaje; sabía que se necesitaba un ejemplo contundente que la gente pudiera observar, palpar, sentir, vivir. Y ese ejemplo sólo lo podía dar él mismo.

Ya me imagino el conflicto interior que como ser humano -y todo ser humano es débil- padeció. Pero fue más su ardor interior que sus miedos. Y decidió dedicar su vida a su máxima obra. Karol Wojtyla decidió no renunciar sino seguir siendo visible a la gente, y que la obra de su vida iba a ser brindar con su vida y su sufrimiento un ejemplo que no se pudiera borrar de nuestras mentes, pero sobre todo de nuestros corazones. Karol anhelaba que comprendiéramos lo que él tenía muy claro, que debemos aceptar el sufrimiento como un vehículo de salvación. Y tanto fue su anhelo, que deseó con todo su corazón sufrir una intensa agonía, para que todos comprendiéramos el más profundo de sus mensajes, el mensaje que él sabía que había recibido en su alma del mismo Cristo.

Casi puedo verlo feliz en su alma, mientras su cuerpo sufría, sabiendo que estaba logrando transmitir su mensaje. Y ese fue un mensaje de inmenso amor, hacia todos nosotros.
Karol Wojtyla fue un muchacho ordinario, que trascendió a lo extraordinario, y nos dejó el legado más grande que un ser humano pueda dejar, el de haber sabido amar de verdad.

jueves, 18 de agosto de 2011

Göbekli Tepe

El sitio del que voy a hablar es, a mi parecer, el lugar más interesante del mundo y de la historia.

Göbekli Tepe es una zona arqueológica que está siendo excavada en el sur de Turquía, cerca de su frontera con Siria. El nombre, que viene del idioma kurdo, significa “colina panzuda”, lo que se explica en el hecho de que sus constructores, después de usar uno de sus templos, literalmente lo enterraban, rellenándolo con tierra y desechos. Lo que la gente del área veía como un montecito, en realidad era un conjunto de edificios sepultados. Hasta que se comenzó a excavar.

Lo que se descubrió es una veintena de edificios religiosos hechos con piedra caliza, cada uno de ellos con dos murallas circulares exteriores adornadas con columnas,  al centro un círculo de grandes columnas y, dentro de ese círculo, dos columnas más, las más grandes y anchas de todas, con una altura de 5.4 metros y formadas de piedras de un peso aproximado a las 16 toneladas, es decir, 16,000 kilogramos. Las columnas alcanzan un enorme grado de precisión en el trazo, y están adornadas por figuras en relieve extraordinarias en su valor artístico, representando animales y personas.
 

Aquí termina la descripción, ¿pero qué es lo realmente relevante de un lugar así? Que fue construido aproximadamente entre los años 9,600 y 8,400 antes de Cristo, y los más hermosos, artísticos y precisos de los edificios son los más antiguos.

9,600 a.C. equivale a 7,000 años antes que la fecha aproximada de construcción de Stonehenge, que es considerada una de las maravillas del mundo moderno. Y asombrosamente, los cortes en la piedra de Stonehenge parecen hechos por niños de Preescolar comparados con los de las piedras de Göbekli Tepe. Y las piedras de Stonehenge no tienen ningún relieve o escultura, mientras que los de Göbekli Tepe son bien trazados, y muy hermosos. ¿Cómo lo pudieron hacer antes del comienzo del periodo Neolítico, antes de la Edad del Hierro, al final de la última Edad del Hielo?

9,600 a.C. equivale a unos 4,000 años antes de la invención de la rueda. ¿Cómo pudieron sus constructores remolcar esos bloques gigantescos de piedra al menos 400 metros desde la cantera más cercana, sin utilizar la rueda, ni medio de transporte o animal de carga alguno?

9,600 a.C. equivale a unos 5,500 años antes del uso del hierro. ¿Cómo pudieron hacer cortes tan precisos en la piedra sin las herramientas idóneas?

Estos datos me dejan perplejo y asombrado de lo grandioso que fue el lugar para la época en que fue construido. Pero lo más relevante de Göbekli Tepe no es eso, sino lo que voy a tratar de explicar a continuación.

El lugar no tenía viviendas ni lugar para preparar alimentos. La fuente de agua más cercana dista 5 kilómetros del lugar. Tampoco sirvió como centro funerario. Su función parece haber sido exclusivamente de adoración. Es decir, un templo, el equivalente a nuestras modernas iglesias.

La agricultura apareció, en sus primeras fases, alrededor del año 7,500 a.C. Siempre se ha creído que la agricultura surgió como una necesidad de los pueblos de generar una fuente de alimentos adicional a la caza y la recolección. Hasta ahora se ha considerado en los medios científicos que con el surgimiento de los asentamientos humanos dedicados a la agricultura, surgieron la civilización, la religión, la organización social y política.

Pero lo que Göbekli Tepe sugiere es que la historia del surgimiento de la civilización ocurrió a la inversa, esto es, que primero fue la religión y el surgimiento de una organización social y quizá hasta política, necesaria para que las gentes de las aldeas del alrededor se pusieran de acuerdo y se movilizaran para realizar el cortado, levantamiento y acarreo de las piedras. Estas personas, que no vivían en el lugar de adoración que estaban construyendo, necesitaban, sin embargo, que les llevaran agua y comida y, probablemente para poder satisfacer estas necesidades alimentarias, las personas de las aldeas cercanas tuvieron que comenzar a “domesticar” plantas para generar los cultivos con que alimentar a tantas personas.

El gran cambio de paradigma que nos están arrojando los descubrimientos arqueológicos en la zona es que la religión no fue un invento del hombre sedentario y agricultor. El nuevo orden de ideas sugiere que primero surgió la religión y, como consecuencia de las prácticas religiosas, surgió la agricultura y todo lo que conocemos como civilización.

Entonces, si la religión organizada, tal como la conocemos, no surgió de la agricultura y de las necesidades de un pueblo sedentario, ¿cómo es que surgió, cuál es su origen?

Yo creo que la religión surgió como un producto de la mente humana, de una necesidad muy íntima y primitiva de creer en algo, como un impulso natural y primigenio del hombre.

Y mi inquietud más profunda termina con este pensamiento: tal vez es momento de comenzar a darle la razón a los creyentes, sin importar la religión a la que pertenecen, cuando dicen que el hombre necesita creer en Dios, porque Dios está dentro de uno mismo y es parte de uno mismo; y que negar la existencia de Dios es como negarse a uno mismo, como negar el propio ser.

martes, 16 de agosto de 2011

Sobre las mujeres y la infidelidad

Tres de los grandes regalos que Dios/la vida me ha dado han sido mis tres hijos, Arturo, Mariana y Jazmín. Siempre me ha causado curiosidad conocer hasta dónde llega la capacidad de un padre para recibir un nuevo hijo con el mismo asombro y arrobo que con el primero que se tiene. Probablemente para mí es fácil decir que estoy enamorado de mis hijos porque “sólo” tengo tres; pero ¿sería mi reacción similar si naciera mi sexto hijo?

Cuando yo veo una muy buena película varias veces, mi reacción las primeras veces es de sumo interés, pero como a la cuarta o quinta vez de verla, las escenas se vuelven tan predecibles que paulatinamente el interés se va perdiendo. Sin embargo, cuando veo una película que me encanta, que sólo de pensarla me emociono, no importa cuántas veces antes la he visto, siempre me engancha, casi tanto como la primera vez.

El Padrino, por ejemplo, siempre me atrapa con ese ambiente entre solemne, ritual y violento, y me cautivan algunas escenas como cuando los comensales le van a ofrecer “sus respetos” al jefe de la familia, “el Padrino”. Con Loco por Mary, por otra parte, siempre me destornillo de la risa, pues a pesar de ser una película boba, invariablemente saca en mí todo mi sentido del humor y gusto por lo simple, como en esa escena, memorable a mi parecer, en que Adam Sandler se pelea con el perro de Mary y lo termina arrojando por la ventana. Pudiera pensarse que después de tantas veces de ver la misma escena ya no me tendría que hacer reír tanto, y sin embargo siempre me carcajeo al verla.

Igual me pasa con mis hijos, nunca me aburren, pues cada uno es para mí genial, único, irrepetible; y pensándolo bien, yo creo que si tuviera seis hijos, cada uno de ellos sería para mí genial, único, irrepetible.

Hace unos meses un amigo que aún no tiene hijos ni está casado me comentó que él preferiría sólo tener hijos varones, pues le molesta el que con frecuencia a las mujeres “les ponen los cuernos” sus novios o esposos. Realmente no recuerdo qué le contesté en esa plática, pero en esencia no creo haber tenido un contraargumento que oponerle. Ayer en una reunión yo metí, como no queriendo la cosa, el tema, y comenté que yo no me arrepiento de tener hijas pues las niñas son más cariñosas que los niños. Sin embargo, después me quedé reflexionando sobre el tema, y me di cuenta que, en mi caso, no es así, pues el más cariñoso de mis hijos es Arturo, un niño extraordinariamente sensible y emocional que desde muy pequeño ha sabido expresar sus sentimientos en una forma muy palpable y es, de los tres, el más dado a exteriorizar sus muestras de amor. Es también, probablemente, el más noble e inocente de mis hijos. En contraparte, Mariana es la más dura de carácter y, quizá por su condición de hija “de en medio”, es la más caprichosa. Mariana requiere un trato muy especial, pues su natural perspicacia y penetración de ingenio, la hace muy receptiva a nuestras acciones como padres, y cuando percibe que soy afectuoso con ella, derriba todas sus defensas y es una niña adorable, de la misma forma que cuando percibe algo que no le gusta, puede ser tan dura que duele. Jazmín en este momento está aún moldeando su carácter, pero apunta a tener un poco de sus dos hermanos mayores.

El problema que percibo, entonces, es que mi teoría de que las niñas son más cariñosas que los niños, en el caso de mis hijos no se cumple. Y con ello se esfuman mis argumentos en defensa de lo maravilloso que es ser padre de una niña… y sin embargo no veo que la cuestión de “que les ponen los cuernos” sea una razón trascendente. Y esto creo que es porque no estoy convencido de que una mujer esté más expuesta que un hombre a que le pongan cornamenta. De hecho, dado el carácter de cada uno de mis hijos, yo creo que quien tiene más probabilidades de ser engañado por su futura pareja, es Arturo. Si comparo a Mariana con su hermano, ella es más astuta y perspicaz.

Me surge entonces la duda, ¿es la predisposición de las mujeres a ser engañadas por su pareja, más una cuestión cultural que natural? Me queda claro que en otras culturas, como la estadounidense, la infidelidad ocurre aproximadamente en la misma proporción tanto de un sexo como del otro. Y también entiendo que hace, digamos, cien años, en EUA era más probable que el infiel fuera el hombre. ¿Qué cambió? Yo creo que hubo un cambio cultural, y que ese cambio se está dando paulatinamente en México. Y que ese cambio radica en que la sociedad está imbuyendo en las personas el convencimiento de la igualdad de derechos en hombres y mujeres. Y cada generación de mexicanos varones que llega a la adolescencia está más predispuesta que la anterior a respetar los derechos de las mujeres. Y que cada generación de mexicanas está más convencida de que tiene similares derechos que los varones, y está dispuesta a ejercitar y exigir sus derechos.

Si la infidelidad es una cuestión cultural, entonces un padre puede ser capaz de educar a sus hijas de forma tal que no vayan predispuestas a caer en una relación en que su pareja sea infiel. Si educamos a nuestros hijos varones inculcándoles que por su sexo son superiores a sus hermanas, o que esperamos más de ellos por ser varones, le estaremos haciendo un severo daño primero a ellos, y luego a ellas porque el mensaje implícito es “tú, hija, vales menos que tu hermano, y más te vale adaptarte a lo que los varones que te encuentres en la vida te quieran ofrecer”. Creo que si mi esposa y yo educamos a nuestras hijas para ser modositas y resignadas, les estaríamos haciendo un gran mal. Mas veo a Mariana y a Jazmín y no percibo en ellas nada que me sugiera que son blanco idóneo para sufrir una infidelidad. Es más, en lo general, veo a la mujer más capacitada que al hombre desde un plano emotivo y desde un plano intelectual.

Dicen que la mujer desarrolla mejor que el hombre sus capacidades intelectuales, que está mejor preparada que el hombre para puestos de importancia y que es más madura y equilibrada emocionalmente. Yo así lo creo, pues he tenido la suerte de conocer mujeres realmente extraordinarias. Entonces, si la mujer es tan capaz y talentosa, ¿es razonable temer por la suerte que el destino le depare? ¿hay que pensar que una mujer es como una oveja rumbo al matadero de la infidelidad? A mi parecer eso depende de la mujer más que del hombre.

Yo tengo mucha confianza en que mis hijas sabrán elegir bien a sus parejas. En la medida en que Mariana, por hablar de la mayor de mis hijas, elija a un muchacho más en función de su carácter, de sus valores, de sus creencias y de su corazón, que de su físico o de su popularidad, en esa medida tendrá más probabilidades de fundar una relación de amor y respeto mutuos.

Por todo esto, francamente, no temo por mis hijas. ¡A veces temo por los novios de mis hijas!

¡Espero que no los hagan sufrir mucho!

Ahora sí sé qué responderle a mi amigo, a quien vi consternado por la suerte que les depara a muchas mujeres en su relación con los hombres.

No tiene de qué preocuparse.

Una hija es un tesoro, pero no uno frágil que hay que cuidar y proteger, sino un tesoro brillante y hermoso, capaz de irradiar su luz y contagiarnos con su brillo.

Cuando Dios lo bendiga con una hija, podrá, sin duda, sentirse agradecido por ese gran regalo que es una mujer.

viernes, 12 de agosto de 2011

El candidato del Presidente

Cada sexenio el presidente de la República impulsa la candidatura de alguno de los "suspirantes" presidenciales. Hasta el sexenio de Salinas este proceso era todo un rito con una amplia lista de reglas no escritas de lo que debía y lo que no debía hacer todo aquél que tuviera aspiraciones y/o serias posibilidades de contar con el apoyo presidencial.

Por citar sólo a los últimos presidentes, Salinas tuvo a Camacho Solís y a Colosio en diferentes momentos, y tras el asesinato de Colosio, aparentemente se vio forzado por las circunstancias a elegir a Zedillo.

Zedillo tuvo a Labastida, aparentemente con la intención de bloquear a Madrazo, aunque algunos dicen que eligió a un candidato débil para que ganara Fox y se diera la alternancia partidista.

Fox tuvo a Creel, aunque al ser ya otros tiempos y por no tener Fox la última palabra al interior de su partido, el PAN se terminó inclinando por Calderón.

Y Calderón, según varios indicios, apoya a Ernesto Cordero, secretario de Hacienda. Cordero es reconocido por un accionar "bueno" en términos macroeconómicos; si los números son veraces, ha seguido la misma política conservadora que sus antecesores, lo cual ha dado estabilidad económica al país. Si su desempeño ha sido realmente bueno o no escapa a mi entendimiento y a mis conocimientos en el tema, amén de ser un tema polémico donde es difícil ponernos de acuerdo sobre lo que realmente debe hacer la SHCP para recaudar y para distribuir recursos en el país. Por ello no me quiero ni meter en ese tema (al menos por ahora), pero sí preguntarme lo siguiente:

¿Tiene posibilidades Ernesto Cordero de ganar la presidencia de la República?

 ¿No hay algún candidato panista con más posiblidades?

Cordero es famoso por coloquiales frases como:

"hace mucho tiempo que México dejó de ser pobre"

"la gasolina en México es barata"

"con ingresos de 6,000 pesos al mes hay familias mexicanas que tienen el crédito para una vivienda, que tienen el crédito para un coche, que se dan el tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas".

Sin entrar en discusión sobre esas declaraciones, la pregunta es ¿cree Calderón que Cordero sobreviviría a los ataques que recibiría de un Peña Nieto y de un López Obrador por sus declaraciones, y que la gente votaría por alguien con tan poco tacto al hablar, que aparenta no tener sensibilidad de lo que le pasa al pueblo, y que hasta podría estar totalmente fuera de la realidad?

Respuesta 1: Sí lo cree.

En ese caso me temo que Calderón ha perdido el piso y necesita también que alguien lo ubique.

Respuesta 2: No lo cree. Sabe que otro candidato panista tendría más chances, pero impulsa la precandidatura de Cordero porque busca que los sectores empresariales, la llamada "derecha" mexicana, los que no creen en las candidaturas izquierdistas de nuestro país, las personas con un grado universitario, etc., que normalmente dudarían entre votar por el PAN o por el PRI, no tengan dudas y voten por el PRI. y Peña Nieto.

No sé.

Pero está de pensarse.

lunes, 8 de agosto de 2011

La inseguridad en México

El fin de semana pasado en Veracruz fue probablemente el más violento y sangriento de cuantos hemos vivido. Resulta lastimoso y triste ver la pérdida de vidas, en muchos casos de gente inocente; pero además la intranquilidad que priva en nuestras calles, ya sea de día o de noche.

¿Dónde quedó el Veracruz tranquilo que tanto presumíamos a personas de otras entidades del país cuando se tocaba el tema de la inseguridad?

Resulta tentador alinearse con la postura oficial del Gobierno federal, la cual se nos repite constantemente en comerciales de radio y televisión, de que si queremos un México seguro necesitamos combatir frontalmente al crimen organizado y, que pasados estos tiempos de inestabilidad, después de correr a los delincuentes, gozaremos de nuevo de tranquilidad y paz.

La postura oficial parece confirmarse con las sospechas, difundidas en algunos medios, de que el Gobierno de Veracruz ha sido cómplice de cárteles de la droga, y que si se depuran las policías locales, en nuestro estado dejarán de tener cabida esos grupos delictivos.

Por consiguiente, siguiendo este pensamiento, donde hay complicidad con los cárteles seguirá existiendo presencia de estos grupos; y si en todo el país se erradica dicha complicidad, los cárteles de la droga se tendrán que ir a otra parte, o simplemente asumirán que el negocio ilegal ha dejado de ser rentable y se dedicarán a otra cosa.

¿Es esto razonable? ¿factible?

Una regla económica de los mercados es que donde hay demanda de un producto, los agentes económicos cubrirán esa demanda ofreciendo dicho producto a un precio que entre otras variables dependerá del tamaño de la demanda y de la dificultad de obtener dicho producto.

Las drogas son un producto con alta demanda. ¿Está el Gobierno combatiendo la demanda, es decir, el consumo de droga? La respuesta es un terminante no. El combate está dirigido sólo a la oferta y tránsito de la droga. Y en Estados Unidos, que es el principalmente demandante de este bien, tampoco se está combatiendo su consumo. Es más, la demanda y el consumo van en aumento tanto en México como en aquel país. Y mientras siga habiendo demanda, seguirá habiendo negocio. ¿Y qué se le dice a los jóvenes universitarios, futuros empresarios? Se les dice que estén atentos al mercado, para detectar donde el mercado está demandando un bien o un servicio, porque ahí es donde podrán tener éxito en su empresa. Si eso le decimos a nuestros jóvenes, ¿acaso pensamos que la gente sin escrúpulos no va a aprovechar la oportunidad de hacer negocio aún cuando el producto sea ilegal? El acabar con unos grupos delictivos sólo propicia que otros surjan y se apoderen de los espacios dejados vacíos. Y mientras más dificultades encuentren los vendedores de estos productos, más caro los venderán, como consecuencia el negocio será más atractivo, y tendrán más incentivos para encontrar nuevas formas de llevarlo a cabo.

El Gobierno se topa además con la problemática de que México es tránsito natural de droga hacia el principal mercado de demanda del mundo, Estados Unidos. Colombia y otras naciones donde el negocio fue, al menos, parcialmente erradicado, no son sitios clave para el negocio del narcotráfico. México sí lo es. El solo hecho de que en Colombia la tengan hoy más difícil los cárteles ocasiona que el negocio se haya tenido que mover a otra parte. ¿A dónde? Pues a México.

¿Y por qué Canadá no enfrenta los mismos problemas que México? Culturalmente los mexicanos y los canadienses somos muy diferentes. Profundizar en las causas históricas, económicas y sociales es muy complejo e implicaría un análisis muy extenso, pero es un hecho que en la actualidad el ciudadano promedio de México tiene mayor propensión a la corrupción que el ciudadano canadiense. Lo cual, a su vez, implica un obstáculo adicional para todo Gobierno que intente erradicar los cárteles en México: a demasiadas personas de bajos recursos les resulta demasiado tentador mentir, violentar la ley y faltar a sus principios morales con tal de mejorar su situación económica y subir en la escala social.

En resumen, en México hay cuatro principales obstáculos para poder erradicar el narcotráfico:

  1. El narcotráfico es un negocio que genera mucho dinero, y donde hay demanda por lógica hay oferta.

  1. No hay una política seria ni en México ni Estados Unidos que combata el consumo de drogas.

  1. Geográficamente somos el país ideal para que la droga entre a Estados Unidos.

  1. Culturalmente somos un pueblo propenso a prácticas de corrupción.

A todo esto, y dado que no es mi intención decir qué es o no moralmente correcto, sino siendo práctico, con esta perspectiva, ¿va a llevarnos a algo la “guerra” emprendida por el Gobierno federal contra el narcotráfico?