domingo, 4 de octubre de 2015

Jesús de Nazaret (últimos días), Joseph Ratzinger

Esta entrada habla, sobre todo, de Jesús, y refleja la fuerte admiración que siento hacia su figura (admiración que no me exenta, sin embargo, de ser crítico con algunas frases del Jesús que nos presentan los Evangelios) y la veneración que, como cristiano y católico, profeso hacia el hombre que muchos consideramos el Hijo de Dios, el Salvador, el Buen Pastor.

Compré hace unos meses el libro al que me refiero en el título y lo he ido leyendo poco a poco, y con algunas interrupciones. Aún estoy en eso y supongo que a esta entrada la iré complementando con nuevos comentarios conforme avance mi lectura.

A Joseph Ratzinger siempre se le ha reconocido una estatura intelectual que lo convierten en uno de los principales teólogos católicos de los últimos 50 años, y considero por ello un privilegio poder acceder a un libro tan profundo, y a la vez tan accesible en su lenguaje, escrito sobre la figura y mensaje de Jesús, por alguien tan culto e inteligente, durante el tiempo que era papa (lo presentó el 25 de abril de 2010), y con el añadido de que, al no ser una encíclica papal, Benedicto XVI se permitió hablar en un modo muy personal de las diversas opiniones que sobre Jesús existen, incluyendo las de teólogos protestantes y, sin descalificar a nadie, emitir una opinión que busca fundamentar siempre en los textos bíblicos.

Quizá lo que me hizo comprar este libro unos dos años después de haber renunciado al pontificado su autor es, precisamente, que su renuncia y la distancia que tenemos ahora con el personaje, me han permitido apreciarlo mejor y respetar más sus posturas conservadoras.

Mucho se criticó a Benedicto XVI, durante los 8 años que fue Papa, su conservadurismo en temas como el aborto o el divorcio. Yo mismo me puse del lado de sus críticos. Sin embargo, me digo yo, ¿qué otra postura puede tener, por ejemplo, sobre el divorcio, cuando según los Evangelios el mismo Jesús dijo "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre"? Frases y posturas tan terminantes como ésa de Jesús no dejan mucho margen de maniobra a un católico convencido de la verdad de los Evangelios, y por el contrario, el defender valientemente y contra viento y marea lo que, al parecer, el mismo Jesús predicó, merece nuestra admiración a su valentía y reconocimiento a su congruencia intelectual.

Muchos criticaron, considero que muy injustamente, a Benedicto XVI su papel en los escándalos de pederastia en la Iglesia Católica, siendo que fueron, en su gran mayoría, anteriores al inicio de su papado, y durante los 8 años que fue Papa, Benedicto XVI emprendió una política de no tolerancia en todos los casos denunciados, postura que por cierto contrastó mucho con la de su antecesor, que fue, más bien, de oídos sordos como si el problema de pederastia no existiera.

Como un tercer punto, también su renuncia acrecentó mi admiración hacia su persona por ejemplo y estatura moral que exhibió al reconocer, con humildad, no tener ya las fuerzas para llevar tan grandes responsabilidades en la época tan difícil para la Iglesia Católica que le tocó vivir.

Sin más dilaciones, escribiré algo de lo que me ha parecido más interesante del libro.

1. El momento en que ocurrió la Última Cena.

Dice Marcos 14, 12-17 "El primer día de la fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Cena de Pascua?". Marcos, al igual que Mateo y Lucas enfatizan que la Última Cena fue la Cena de Pascua de los judíos.

Juan, por otra parte, dice en 13, 1-2 "Antes de la fiesta de Pascua… estaban comiendo la cena…", lo cual contradice lo dicho por los otros 3 evangelistas (los Evangelios Sinópticos).

Juan en 18,28 dice "Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al tribunal del gobernador romano. Los judíos no entraron para no quedar impuros, pues ése era un lugar pagano, y querían participar en la comida de la Pascua", es decir, Juan enfatiza que hasta ese momento todo lo narrado era anterior al inicio de la Pascua.

El mismo Marcos en 14, 1-2 parece que contradice la cronología que usa en 14, 12-17, al decir "… buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte, pero decían "No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo"".

De los pasajes anteriores Ratzinger concluye como poco probable que los judíos hubieran prendido a Jesús ya iniciada la Pascua. Ratzinger menciona que muchos exégetas consideran que Juan tiene razón en que el prendimiento de Jesús fue antes de la Pascua y que los pasajes de Marcos que dicen que la Última Cena fue la noche de la Cena Pascual judía fueron añadidos más tarde (y por tanto serían apócrifos). Ratzinger matiza esto último y trata de darle la vuelta al asunto, pero termina concluyendo:

Que Jesús sabía que lo iban a prender antes de iniciar la Pascua judía y por consiguiente celebra su Última Cena con uno o dos días de anticipación.

Que los sacerdotes lo prendieron al menos 24 horas antes de que iniciara la Pascua, probablemente 48 horas antes, pensando que Jesús ya estaría muerto antes del inicio de la Pascua.

Que las dilaciones de Herodes y de Pilatos ocasionaron que la crucifixión, el viernes a las 9AM, se diera solo horas antes del inicio de la Pascua, que comenzaría el viernes al anochecer.

2. Significado de las palabras de la Eucaristía.

Dijo Jesús "Esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Hagan esto en conmemoración mía" y "Esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por muchos para el perdón de los pecados" o "Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".

Éxodo 24, 8 dice "Entonces Moisés tomó la sangre con la que roció al pueblo, diciendo "Ésta es la sangre de la Alianza que Dios ha hecho con ustedes"". Ésta fue la alianza hecha por Dios con el pueblo hebreo al inicio de su estancia en el desierto, sellada con sangre. Pero esta alianza fue rota, traicionada muchas veces por el pueblo.

Al pasar de los siglos algunos profetas hicieron mención de que sería necesaria una nueva alianza, como Jeremías en 31, 31-34 "Ya llega el día, dice Dios, en que yo pactaré con el pueblo de Israel una nueva alianza… pondré mi Ley en su interior, la escribiré en sus corazones… yo entonces habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado". En Isaías 53, 1-12 leemos "…eran nuestros pecados… los que él llevaba… fue llevado cual cordero al matadero… herido de muerte por los crímenes de su pueblo… él ofreció su vida como sacrificio por el pecado… el Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, después de cargar con sus deudas… porque se ha negado a sí mismo hasta la muerte y ha sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de muchos e intercedía por los pecadores".

Ratzinger hace ver cómo Jesús quiso dejar claro a sus discípulos que con su muerte estaba inaugurando una nueva alianza, dando cumplimiento a una promesa largamente esperada, y que esta nueva alianza sería permanente e indestructible.

También, como dice en Juan 10, 18 "Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente".

Parece claro, dice, que al hablar de dar su cuerpo se refiere a toda su persona.

Ratzinger añade que el verdadero mensaje de fondo de la Última Cena no es la partición del pan y el vino, que son solo un símbolo, sino la entrega de Jesús como un nuevo Cordero Pascual, para sellar la Nueva Alianza por la cual todos podremos alcanzar la Salvación y quedar perdonados nuestros pecados, y que la sangre que sella la alianza es su propio sangre.

3. Domingo, el nuevo día del Señor.

Siempre me ha intrigado el que la Iglesia ha consagrado el Domingo (primer día de la semana) en lugar del Sábado (séptimo día) como día de descanso. Ratzinger dice, en relación indirecta a ese punto que el Señor dio su cuerpo y su sangre como don de la resurrección: cruz y resurrección forman parte de la Eucaristía; como el don de Jesús es esencialmente un don radicado en la resurrección, la celebración del sacramento debía estar vinculada necesariamente con la memoria de la resurrección, que ocurrió en domingo. Por eso la mañana del primer día se convirtió espontáneamente en el momento de la liturgia cristiana, en el domingo, el día del Señor.

Explica que el centro o momento culminante de la misa es, precisamente, la Comunión (en obediencia a la ordenanza "Hagan esto en conmemoración mía") y que alrededor de ese momento se fueron agregando lecturas, explicaciones y oraciones.

Más interesante aún es que entre las primeras comunidades cristianas ya era costumbre realizar la Comunión y en día Domingo. Al respecto menciona, por ejemplo, Hechos de los Apostóles 20, 7: "El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan". También menciona Apocalipsis 1, 10 donde se advierte que ya era común conocer al domingo como el día del Señor. Al principio del siglo II Ignacio de Antioquía dice que "vivir según el día del Señor" se había convertido en la característica distintiva de los cristianos contra los que celebraban el sábado.

Finalmente, me parece que la afirmación por Jesús de que con su muerte y resurrección se sellaba una Nueva Alianza, sería la principal razón de conmemorar como nuevo día santo el domingo por encima del sábado.

4. Los Salmos.

Siempre he visto los Salmos como cánticos viejos y anticuados, que tienen poco que decirnos. Sin embargo, el escuchar cuando Ratzinger nos dice que Jesús acostumbraba citar y cantar Salmos, me hace ver a los Salmos con otros ojos.

Para los hebreos los Salmos eran (y son) la voz de David quien resume en oraciones todos los sufrimientos y esperanzas de Israel. Dice Ratzinger que en la Iglesia naciente, Jesús fue considerado muy pronto como el nuevo, auténtico David y por eso los Salmos podían ser recitados como una oración en comunión con Jesucristo.

Agustín de Hipona explica que cuando los cristianos oramos con los Salmos, es siempre Cristo quien habla.

Creo que una relectura de los Salmos tal vez sea necesaria.

5. Sobre el huerto de Getsemaní.

Es un huerto en la ladera del Monte de los Olivos. Es uno de los lugares más venerados del cristianismo.

Me gustaron mucho las palabras de Ratzinger: "Quien se detiene en él, se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor: Jesús ha experimentado aquí la última soledad, toda la tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte inminente. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandonaron. Aquí Él ha luchado también por mí".