jueves, 11 de diciembre de 2014

Nelson Mandela, Invictus



Desde el día en que murió Nelson Mandela, el 5 de diciembre de 2013, supe que tenía que escribir algo sobre él, con la esperanza de que algún día esto que escribo en estos blogs pueda ayudar a alguno de mis hijos, si por lo difícil de mi carácter no tengo buena comunicación con ellos. Y qué mejor que hablar de una persona a la que admiro tanto.


De raza indígena (el pueblo xhosa), víctima como todos los indígenas de su país (de raza negra) de una profunda discriminación. Muchas veces es difícil para quien no la ha padecido, entender qué es ser discriminado. Creo que el paralelismo menos malo de cuantos tenemos cercanos es cuando estamos en un restaurante y vemos entrar a alguien moreno, con mirada recelosa, y que no está vestido de acuerdo a nuestros estándares. Generalmente pensamos que qué hace esa persona ahí, que si sabrá lo que cuesta, que si querrá pedir limosna, que si querrá robar, que si olerá feo, que si se va a sentar ojalá que no se siente cerca. Me confieso culpable de esa discriminación. Y me siento profundamente avergonzado de eso, aun cuando sea algo inconsciente.

Mayoría o minoría, nadie debe nunca ser discriminado, y la gente de raza negra eran mayoría y víctimas de una terrible discriminación. Por reclamar sus derechos fue encarcelado a los 44 años de edad. Estuvo en prisión 27 años. Salió a los 71 años de edad.

Al salir de la cárcel muchos se acercaron a él pensando que querría vengarse de los que lo encerraron. Él no quería venganza, quería reconciliación.

Al convertirse en presidente de Sudáfrica predicó el perdón y la unión de todos los sudafricanos. A nivel mundial también predicó el perdón y la reconciliación.

Algunos le reprochan su apoyo a algunos dictadores como Fidel Castro y Muammar Gaddafi. Yo creo que pudo estar equivocado al creer que ellos eran buenos gobernantes, pero a Nelson Mandela no lo honramos por haber estado exento de errores. Lo honramos por sus virtudes, por su don de gentes, su humildad, su ejemplo de amor, la bondad de su alma, el perdón, su espíritu incansable en las peores adversidades.

Nelson Mandela perdonó a los que lo dañaron. Y perdonó a los que dañaron al pueblo sudafricano. Y a todos los afectados los ayudó a perdonar. No metió a nadie a la cárcel. Perdonó. Esto es lo que más me ha impactado del legado de Nelson Mandela. El perdón. Virtud humana. Virtud cristiana.

¿Podemos perdonar? ¿Debemos perdonar? Mandela creyó que sí.

Tras la SGM los aliados juzgaron a los nazis en el tribunal de Nuremberg y los condenaron a prisión. ¿Qué hubiera hecho Nelson Mandela? ¿Estaba Mandela equivocado? Quizá desde un punto de vista jurídico Nelson Mandela estaba equivocado. Todo criminal debe ir a la cárcel. Pero desde un punto de vista humano, el perdón lo es todo. Jesús perdonó todos sus pecados a todo aquél que se arrepentía. Jesús predicó el arrepentimiento. Dios nos perdona a todos una y otra vez. Jesús pidió que el que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra. Nelson Mandela actuó como Jesús pidió que actuáramos. ¿Es eso malo? Muy difícil sí.

Perdonar como Mandela no es fácil, pero es bueno.

¿Y qué decir de su espíritu inquebrantable?

Como me es tan difícil hablar de Nelson Mandela, busqué algunas de sus frases, que aquí reproduzco:

Yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, era muy fuerte y que estaba ganando cada vez más y más apoyo.

La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.

Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo.

Mandela: ¿Qué posibilidades tenemos de ganar la copa mundial de rugby? Asesor: Según los expertos no podremos pasar de cuartos de final. Mandela: Según los expertos, tú y yo deberíamos seguir en la cárcel. Y aquí estamos presidiendo el país.

Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero.

Nunca, nunca y nunca otra vez, debería ocurrir que esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona por otra.

He atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.

Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás.

El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras. Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.

Debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien.

Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.

El perdón libera el alma, elimina el miedo.Por eso es una herramienta tan poderosa.


Nelson Mandela encontró fuerza en la prisión con un poema escrito en una hoja de papel, que leyó una y otra vez. El poema se llama Invictus, fue escrito en 1875 por un poeta inglés, William Ernest Henley. Este poema es inspirador y,
al leerlo, me pareciera escuchar en sus palabras al mismo Mandela. De alguna forma me parece que estas palabras reflejan mejor que nada al gran Nelson Mandela:

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.


En la noche que me envuelve,
Negra como un pozo insondable,
Agradezco al Dios que sea,
Por mi alma inconquistable.

En las feroces garras de la circunstancia
No he gemido ni llorado.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.

Más allá de este lugar de ira y lágrimas
Solo emerge el horror de las sombras,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuan estrecha sea la puerta,
Cuan cargada de castigos la sentencia,
Soy el dueño de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.

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