La portada de la revista Time del pasado 24 de febrero se dedicó a Peña Nieto.
El artículo se refiere a que en un México donde el lenguaje cotidiano es el predominio del narcotráfico en la vida pública y en las instituciones, Peña Nieto ha emprendido reformas que han cambiado el punto focal de atención, y que estas reformas que no se habían aprobado en los dos sexenios anteriores, en éste, con un mayor oficio, sí han prosperado, lo cual redundará, predice el artículo, en un futuro de mayor prosperidad para México.
Lo primero que llama fuertemente la atención no es la lógica o falta de lógica del artículo, pues sus ideas están bien construidas, sino la reacción de incredulidad/enojo/menosprecio/indignación con que fue recibido.
Considerando que en las pasadas elecciones presidenciales Enrique Peña Nieto tuvo "solo" el 38.21% de la votación (de cualquier forma una confortable mayoría relativa respecto al segundo lugar, López Obrador, que ganó el 31.59%) lo primera observación es que el 61.79% no votó por él.
Ahora bien, ¿cómo ha evolucionado la aprobación del presidente tras poco más de 1 año de gobierno? Según consulta Mitofsky, cuando Enrique Peña Nieto inició su sexenio, en diciembre de 2012, tenía un porcentaje de aprobación del 54%, y en diciembre de 2013 era del 50%. No hay aún datos nuevos pero me imagino que el porcentaje ha subido tras la captura del Chapo Guzmán el fin de semana pasado.
Lo que no se dice y es muy difícil (o imposible) de evaluar objetivamente es la verdadera opinión de los priístas que casi seguramente cuando los encuestan dan una opinión positiva de su gestión. Y es que me da la impresión de que la mayoría de los priístas con los que he platicado en los últimos meses tienen una imagen más mala que buena de lo que hasta ahora ha hecho.
Igual que como decía el slogan no oficial de campaña de Bill Clinton previo a las elecciones de 1992: "¡Es la economía, estúpido!", lo que a la mayoría nos interesa es la economía que percibimos en nuestros bolsillos. Es claro que ha sido un año difícil económicamente, pero se nos promete un futuro mucho mejor.
Yo creo (con base en mis observaciones informales) que la mayoría de los que votaron por Peña Nieto (por ser el candidato del PRI) no esperaban un año de tantas reformas de las calificadas como neoliberales.
Especialmente la reforma energética (y la supuesta pérdida de soberanía sobre las riquezas del subsuelo y la generación de energía) y la reforma fiscal (que siempre asusta) han causado en los pasados meses mucho revuelo.
Y es con estas reformas (además de otras menos polémicas, como la laboral y la educativa) con las que la opinión internacional se ha inclinado en favor de nuestro presidente.
Pero ¿estas reformas han sido buenas?
La encuesta de Mitofsky de diciembre pasado reportó que solo el 32% piensa que el país va por el rumbo correcto, un 57% considera que va por el equivocado y un 11% no sabe. Estos resultados sorprenden porque Peña Nieto obtuvo un 50% de aprobación y siendo que el mayor hecho destacable de su primer año (y el más sonado) fue la discusión y aprobación de reformas "estructurales", cabría pensar que también un 50% consideraría que el país va por el camino correcto. Cuando un país está inmerso en un mundo de reformas impulsadas por el propio presidente y se le aprueba casi todo, lo lógico sería pensar que la aprobación del presidente y la aprobación del rumbo del país van de la mano.
Pues no, hay al menos un 18% del electorado que dice aprobar al presidente pero no el rumbo del país. ¿No será que no aprueban al presidente pero dicen que sí porque simpatizan con su partido político y se sinceran cuando dicen que el país va por el rumbo equivocado?
Me parece que pocas veces hemos tenido en México tanta disparidad entre lo que la opinión pública del país piensa de nuestro gobierno/presidente/rumbo del país y lo que se piensa fuera de México.
¡Qué nación tan complicada somos, que estamos hechos un lío con lo que queremos de nuestro Gobierno!
Se había dicho hasta la saciedad que queríamos y necesitábamos "reformas estructurales"... y cuando llegan las "reformas estructurales" decimos que éstas no.
Nuestras contradicciones también alcanzan los sexenios anteriores:
Se dijo hasta el cansancio que había que combatir de frente al crimen organizado... y cuando Felipe Calderón lo hizo dijimos que siempre no.
Se dijo un millón de veces que queríamos una auténtica división de poderes... y cuando Vicente Fox nos la brindó dijimos que mejor no.
Urge que nos pongamos de acuerdo en lo que queremos y en el significado de lo queremos y que definamos lo que decimos que queremos... ¿o mejor no?
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