sábado, 20 de abril de 2013

Cambio yo para cambiar al mundo

Mi estado de ánimo es, en estos momentos, no de desazón o desesperanza, sino de confusión y tristeza. Reflexionaba sobre eso el otro día cuando mi suegro me picaba con el sarcasmo "tú no te enteras de nada, en qué mundo vives", siendo que en realidad yo sí leo, pero, probablemente, no todo lo que debería. No leo el Notiver ni el Dictamen ni el Imagen, ni el Universal, ni el Excelsior, ni el Proceso, ni... nada de mi localidad o mi país. Pero sí leo El País, de España, los domingos, porque me gustan sus editoriales, su sección El País Semanal, y la forma en que profundizan en la explicación y análisis de un tema de actualidad. Es tan increíble que el único periódico que lea periódicamente sea de España, que a veces me avergüenzo de reconocerlo, como el que estuviera haciendo algo malo. Y es que cuando uno dice que no lee lo mexicano sino lo español suena malinchista, chocoso, de mal gusto. Vamos, yo pensaría esos adjetivos de quien cometiera tal desatino. Y sin embargo es un vicio razonado. No actúo por el impulso de algún instinto insano, sino que mi afición a El País surge de mi gusto por sus virtudes, pero sobre todo por mi desprecio a la calidad de la información en México.
En este punto entro en un aparente conflicto con mi defensa a ultranza de lo mío. Defiendo a muerte lo bueno de mi ciudad, de mi estado, de mi país. Vivo enamorado de lo bueno de mi tierra. Pero, creo, tengo la apertura de reconocer -hasta a ciegas- lo malo de lo mío, tengo, creo, la honestidad de repudiar lo nocivo de lo mío, y tengo, creo, la congruencia de destestar aquello que le hace un profundo daño a lo que yo amo. Busco constantemente la verdad, y cuando leo u oigo las noticias de mi tierra, mi rechazo me surge de tan adentro que me produce una fobia a la mentira. No es que yo sea un puritano que destesta la mentira en todas sus facetas (yo le miento constantemente a mis hijos con la bendita cuestión de Santa Claus y de los Reyes Magos y del ratón de los dientes), pero sí detesto una mentira que afecta lo que yo amo. ¿Qué amo? En principio, mi familia, mis hijos, mi esposa, mis padres, mis hermanos -a pesar de los pleitos y diferencias. En seguida, el resto de mi familia, mis amigos, mi ciudad, mi estado, mi país, mi gente.
Detesto -y no me apeno de decirlo- todo lo informativo que, en lugar de cumplir con su obvia función -y responsabilidad- de informar, de decir la verdad, de arrojar luz en las mentes y en los corazones, desinforma, por equivocación, por una perversión de sus fines, por venderse al dinero de algún interés poderoso -llámese Gobierno, empresas, narco, partido político-, por afán de engañar, o por un mal de origen, que quizá sea el más terrible de todos los males, y que quizá condense todo lo demás: por falta de verdaderos valores.
Estoy harto de la desinformación de El Dictamen, periódico vendido a un partido político  -el PRI- que tanto daño le ha hecho en México. Estoy harto de la desinformación de Notiver, que en un afán morboso, indudablemente surgido de su afán de vender periódicos, dice lo que los demás callan, pero con un espíritu morboso, escandaloso y sin la más mínima coherencia moral, pues cae con su morbosidad en peores errores de los que cometen aquellos a los que ataca (probablemente Notiver sea imparcial, pero es en cambio, culpable de hacer al mundo peor, porque cuando debiera tener el deber moral, la responsabilidad de hacer de este mundo un mundo mejor, lo que hace es siempre criticar, ridiculizar, generar morbo, y nunca educar por un camino de valores).
Estoy harto de la incongruencia de los medios informativos nacionales, impresos, y televisivos, como Televisa y TvAzteca, ya que en su afán de vender siguen la noticia de moda y pecan con ello de frivolidad e irresponsabilidad editorial. Cuando se descubre un tema de moda como un político descubierto con las manos en la masa, inmediatamente enarbolan la bandera de la moralidad y gritan de indignación, como mocha de pacotilla, pero en cuanto pasan dos o tres días y surge una noticia nueva se olvidan de lo que criticaron. Se desenmascaran con este tipo de actitudes como unos farsantes, que nunca les ha importado realmente el bien de la sociedad, de nuestra gente, sino la venta de una noticia, por rating. ¿Dónde quedó la crítica al PRI una vez que con Peña Nieto recuperó la Presidencia de la República? ¿Quedó en el olvido todo el daño estructural hecho al país durante sexenios? ¿Se nos olvida  que la corrupción de las clases políticas fue un subproducto del priísmo?
¿Dónde quedó, en los 12 años de gobierno federal panista las críticas al PAN? Le bajaron al tono, porque les convenía, a pesar de que era muy obvia la continuación de muchos vicios antiguos y el surgimiento de muchos vicios nuevos. ¿Por qué esa defensa a ultranza de la política de Calderón de ataque frontal al narco -más bien a ciertos sectores del narco, porque con algunos como con el Chapo Guzmán apenas se metieron-, siendo que hoy, tras 6 años de cansancio por la escalada de violencia, ya reconocemos que el verdadero combate al narcotráfico no es correctivo, sino preventivo, mediante la regeneración de los valores de la sociedad, para acabar o disminuir el consumo de drogas?
¿Dónde está la crítica a las injusticias del capitalismo neoliberal de los últimos 20 años, cuya principal diferencia con el viejo capitalismo no es de carácter económico, sino el abandono de los valores que nos permitían antes, como sociedad, preocuparnos más por el prójimo, y respetar más los derechos de los demás?
Cuando estalló hace poco más de 1 año la crisis alimentaria en la Sierra Tarahumara, como la noticia era morbosamente atractiva, los medios de comunicación se volcaron a hablar del tema, y a decir que tenemos todos la responsabilidad de no darle la cara al problema; y yo me pregunto, ¿dónde están esos medios informativos ahora? Por supuesto, están atendiendo la siguiente noticia de moda, porque lo único que les interesa a Televisa, TvAzteca, Excelsior, El Universal, López Dóriga, Loret de Mola, y todos los demás periodistas que han hecho fama en nuestro país es, lo que siempre les ha importado, lo único que les ha importado siempre, y es... vender para servir a los intereses económicos del medio de comunicación en que trabajan y del que viven con lujos y despreocupación. Esos preocupados periodistas que fruncen el ceño ante las injusticias de la noticia del momento, y que miran fijamente a la cámara mientras invitan a la opinión pública a abrazar una causa justa, sólo lo hacen mientras el tema está de moda y vende y con ello sirve a los intereses de sus patrones. Es una realidad escandalosa, pero no por ello menos cierta. El periodismo, al menos en México, está completamente vendido. No sirve al fin primordial que debe tener todo periodista, que es la verdad. Pero, sobre todo, no sirve al fin primordial que debiera animar a toda persona, y que es el bien de los demás.
Si no me preocupo por los demás, peco de egoísmo y soberbia, hago daño al prójimo, y sobre todo me hago daño a mí mismo. Si no pienso en los demás, enseño a mis hijos a no pensar en los demás. Si la sociedad no se preocupa genuinamente por el bien común, se "la lleva la chingada". El bien común es el principio de toda familia, preocuparse unos por otros. El bien común es el principio de todo comunidad. ¿En qué momento todo esto "se fue a la chingada"?
¿Dónde está el problema? ¿en la clase política? ¡Nooo!
El problema está en ti y en mí.
Cuando vas manejando en la calle y te le metes al carro de al lado, lo que demuestras es, más que tu falta de educación vial, que no te interesa el prójimo.
Cuando quieres dar vuelta en el auto, y no pones las direccionales, no es que se te olvide, o que no sepas, sino que no te interesa el prójimo.
Cuando tú, varón, ves en la calle a una mujer "buenísima" con un "pendejo" y piensas que qué hace ella con ese "pendejo", lo único que te importa eres tú mismo, y en tu desprecio al prójimo demuestras tu egoísmo.
Cuando tú, mujer, ves en la calle a una mujer "de buen cuerpo y arreglada" y te corroe la envidia, lo único que te importa eres tú misma, y no los sentimientos o la esencia misma de esa persona.
Cuando sientes envidia por lo que bien que le va a otros, lo que demuestras es que sólo tú te importas.
Cuando en tu trabajo buscas engañar a tu jefe, en lugar de procurar por el éxito de la empresa, quedas en evidencia tú y tu egoísmo, tu desinterés o de plano, desprecio, al bien de los demás.
El problema está en ti y en mí.
¿Cómo queremos que la clase política esté bien cuando nosotros estamos mal?
Si nosotros somos la semilla de nuestra clase política -es decir, los políticos tienen que salir de algún lado, ¿no?, de nuestras familias, ¿no?- ¿cómo podemos esperar que aquellas personas soberbias y egoístas, al llegar a puestos de poder, vean por los demás?
No podemos cambiar a nuestra actual clase política. Lo que podemos es cambiar poco a poco nuestro entorno inmediato con nuestro cambio de actitud. Es necesario derribar los paradigmas que nos hacen malas personas. Es necesaria una regeneración de valores. Es necesario educar. La mejor educación es el ejemplo.
Cambio yo, para cambiar al mundo.

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