Existe la tesis de que son comportamientos que forman parte del instinto animal de la mayoría de las especies, y que los humanos, al contrario de lo que muchos piensan, somos más dados a los comportamientos opuestos, como resultado de la conciencia que tenemos de nuestra propia existencia. Esto es, como somos conscientes de que existimos y de nuestros alcances y poder, somos capaces de actuar en contra de los sentimientos más "humanos" y abrigar los peores contrasentidos, como el odio, la soberbia, la venganza, la envidia.
Algo parecido, creo yo, sustenta el relato bíblico del pecado original, que se fundamenta en la idea de que el hombre y la mujer eran buenos, puros e inocentes, hasta que tomaron conciencia de sí mismos, y ese conocimiento los volvió orgullosos, lo que hizo imposible que siguieran disfrutando del estado de felicidad en que hasta entonces vivían.
Si aceptamos que los sentimientos y comportamientos "humanos" son, en realidad, adquiridos por instinto por las especies animales, lo controversial es que no todas las especies se comportan igual.
Existen mamíferos muy cercanos a nosotros, como los chimpancés, que asesinan a otros miembros de su especie. En cambio, existen grupos animales muy distantes de nosotros que observan comportamientos admirablemente parecidos a los humanos (o mejor dicho, a los más nobles).
Cuando yo pienso en los cocodrilos, nunca pienso en nobleza, protección, humanidad. Me da la impresión de que con sus dientes son capaces de destrozarse entre sí, pero la madre, durante los primeros meses de vida de sus crías, los protegen dentro de su mandíbula (¡y nunca les da la tentación de comérselos!).
Una de las especies más asombrosas de todas es la de los pingüinos emperadores.
Más allá de la parodia con trasfondo político que es la película Happy Feet, la realidad es tan asombrosa como la carícatura. En cambio, magnífico es el documental La Marche de l'Empereur, que con una excelente visualización nos transporta a su hábitat en la Antártida.
Es el ave con el hábitat más frío de todos.
El pingüino emperador sobrevive a una temperatura media anual de -20º C, que en el invierno desciende a -40ºC, con vientos de hasta 144 kilómetros por hora.
Es sumamente sociable. Su sistema de comunicación es muy sofisticado, y lo han desarrollado así, porque para ellos es de suma importancia llamar a su pareja o a sus hijos o padres entre un ruidoso grupo de hasta más de 100,000 individuos.
Como hecho particularísimo de esta especie, no tienen ninguna jerarquía social y sin embargo, conviven pacíficamente, respetándose y cuidándose unos a otros.
Son animales especialmente monógamos.
Una vez que escogen una pareja, es para toda la vida, y nunca se aparean con otra más.
Solamente si su pareja muere, es que los pingüinos emperador llegan a buscar otra pareja.
Algunos grupos viajan hasta 120 kilómetros para llegar a su lugar designado de apareamiento, aquél en que tengan más posibilidades de asegurar la supervivencia de la cría.
Mientras que las demás especies de pingüino se reproducen y crían en primavera y verano y sobre un nido, el pingüino emperador, dado su gran tamaño y la cantidad de alimento que necesita para sobrevivir, no puede estar inactivo en los meses menos fríos cuidando un huevo y criándolo, por lo que su ciclo reproductivo comienza al iniciar el invierno.
La hembra, a diferencia de las demás especies de pingüinos, pone un sólo huevo, pues sería muy difícil el cuidado de dos.
La hembra entonces entrega rápidamente el huevo al macho, quien es el más fuerte de los dos y podrá protegerlo mejor. Si en el proceso de transferencia dejan caer el huevo, su contacto con el piso helado hará que se malogre y no sobreviva. ¿Cómo es que animales tan grandes pueden pasarse uno al otro un huevo pequeño sólo con sus patas? Es lo que hace el amor.
La hembra, a pesar de lo que pueda sentir por su hijo, entrega el huevo y durante dos meses estará fuera del hogar alimentándose para, a su vuelta, tener suficientes fuerzas.
El padre sostiene el huevo sobre sus patas durante unos 64 días, generalmente poco antes del regreso de la madre. El padre padecerá un frío descomunal, vientos intensos y oscuridad completa sin moverse un centímetro. Además ayunará durante, en total, unos 115 días, y aguantará todo sin dejar caer ni un instante al huevo, a su hijo.
Durante el periodo de ayuno el pingüino emperador va a bajar de peso de unos 38 a unos 18 kilos.
Al nacer el polluelo se acurruca sobre los pies de su padre.
Cuando la madre regresa a la colonia, llama a su pareja hasta que lo encuentra. En ese momento será la madre la que asuma la responsabilidad del cuidado de su hijo. Pero el padre no se aleja más que para alimentarse. Durante los siguientes 50 días el polluelo vive acurrucado entre sus padres.
A pesar de todos los cuidados que les brindan, aproximadamente 9 de cada 10 crías no sobreviven a las inclemencias de su hábitat. Sin embargo, eso no desanima a los padres que año trás año repetirán el mismo ciclo de vida, con los mismos cuidados y amor que el año anterior.
Todos los pingüinos emperador se protegen entre sí, y especialmente a los polluelos, y en el raro caso en que un polluelo esté perdido, en lo que lo encuentran sus padres, siempre será cuidado en adopción por otros adultos.
Ante comportamientos tan extraordinarios, cabe reconocer que existen especies animales capaces de los sentimientos más hermosos y "humanos" posibles, y me parece que la pregunta que sigue debiera ser: ¿cómo es que los humanos somos, a veces, capaces de tanta maldad? ¿podríamos aprender algo de animales tan sorprendentes como los pingüinos emperador?